¿Cómo saber lo que a Dios le gusta? Pruebe el silencio y las estrellas.



     

La  adoración de los Magos, 1619, 
Diego de Velázquez (1599-1660).








La respuesta a esta pregunta, es fácil: Levanta la cabeza y contempla la creación y al hombre.

Sin duda, le gustan las estrellas: hay miles de millones. Y todos esos planetas de diferentes tamaños, todos admirables en sí mismos. Soles y lunas por doquier, distancias inabarcables entre ellos donde cabe toda suerte de ensoñación. Todo ello hecho de materia, y así el hombre, la obra cumbre de cuanto ha sido creado, puede ver las maravillas de su entorno...en silencio.

Resulta significativo el modo propuesto por Dios a los Reyes llegados de Oriente, para descubrir el lugar del nacimiento de su hijo, Emmanuel. Había infinidad de alternativas para mostrar el lugar, pero eligió una estrella. A Dios, hemos visto, le gustan las estrellas, y no duda en elegir una de ellas, especial sin duda, para ir marcando el camino de los santos Reyes.

En esa visión, se unen el cielo y la tierra, quizá emulando la realidad de la Palabra de Dios, hecha carne en el seno de María, la joven esposa de José de Nazaret, descendiente de la casa de David, mil años antes.

Le gusta al Señor también valerse de la  sencillez. María, la madre de Jesús, nos los recuerda en el saludo dado a su pariente Isabel, al visitarla en Ain Karim, una aldea cercana a Jerusalén:
"Porque el Señor vi la sencillez de su esclava, me llamarán bienaventurada todas las generaciones de la Tierra". Más adelante, Jesús insta a sus discípulos a "hacerse como niños" para entrar en el cielo.

Dios es el único "grande". Todo se ha hecho por él, y sin él no hubiéramos tenido nada de cuanto ha sido hecho. Los grandes de la tierra, nada son. Y esos grandes vinieron de ser pastores, como su antepasado David. Jesús vendrá a decir incluso: "Yo soy el buen pastor".

Los pescadores tuvieron también un gran papel en la elección de los primeros apóstoles, a quienes va a convertir en pescadores de hombres.

Sin embargo, todo la grandeza de lo creado, reflejando la omnipotencia de su hacedor, es nada comparado con su Palabra. Cuando se creó el mundo, la Palabra al irse diciendo  las cosas se iban haciendo. Pero, al final, sabemos la prevalencia de la Palabra sobre las cosas: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán".

De todo lo anterior se puede decir: la sencillez de los humildes acogerá la palabra capaz de transformarlos para siempre. Así hicieron los Magos de Oriente, y dice san Lucas, se volvieron a casa por "otro" camino (el camino de la fe).

Por eso, la Navidad es el gran momento para dejarse llevar por el corazón, sin grandes razonamientos, y acoger ese regalo del Padre, su Hijo único,  dado al hombre para salvarlo a través  de María, su madre, por el amor del Espíritu Santo. Nace a la medianoche, cuando reina el silencio.

Es el momento de seguir la estrella. Pues a Dios le gusta estar entre los hombres...en silencio. Así se puede escuchar el "canto de los ángeles".



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