"Tenían un sólo corazón y una sola alma".





A veces nos podemos preguntar por qué la Iglesia Católica ha perseverado en la historia después de dos mi años.

La respuesta, sin lugar a dudas, se halla en la seguridad de la fe en las palabras del Señor: "Yo estaré con vosotros hasta el final de los siglos".

Se ve de manera clara esta asistencia, cuando, a pesar de los pesares, a pesar de las debilidades de quienes ocupaban la silla de Pedro, la Iglesia salía adelante sin mancillar la fe.

De acuerdo. Pero hay un hecho, además. La fidelidad. La fidelidad a la Sagrada Escritura y a la Tradición, consolidadas por el Magisterio eclesial. Entonces, esa fidelidad se manifestaba entonces, y ahora, en ese tener "un sólo corazón y una sola alma", como se lee al principio de los Hechos de los Apóstoles.

El Espíritu Santo no se impone, aunque podría hacerlo. Respeta la libertad original del hombre en cualquiera de sus andanzas por la tierra, siempre a la espera de su "apertura" a la verdad. Y es precisamente esa "apertura" la que "produce" esa unidad entre los hombres, con independencia de su condición.

De esta manera surge el "progreso". El "progreso" dentro de la unidad. Unidad en la misma fe, en la doctrina y en los sacramentos.

En los vericuetos y entresijos de la historia del hombre, se ha intentado crear un sistema donde el progreso fuera posible, con el fin de dirimir así las diferencias en las cuestiones opinables (y en las brechas económicas en y entre los países).

Lo peliagudo del asunto aparece cuando se quiere transformar todo lo no-opinable en materia de opinión, y dogmatizar sobre lo opinable. Por ejemplo, no se ponen de acuerdo ahora en lo que mide el Everest, (algo sabido desde nuestra infancia: 8.848 metros). Cuanta más tecnología le arriman al sistema de medición, menos acuerdos surgen entre los expertos y quienes suben y bajan por esas cordilleras. La precisión se va logrando, dicen, con una mayor frecuencia en las mediciones desde diferentes puntos, porque el "movimiento" hace la diferencia.

Claro, pero el coste de cada medición es astronómico. Se emplean satélites, mediciones, estudios estadísticos de los resultados y un sin fin de hombres detrás de cada programa. En fin, al final concluyen dándole la razón al mantra de Galileo: "Y sin embargo, se mueve". El movimiento hoy trastorna las  mediciones.

Pero, dejemos estas cuestiones a un lado, pues pertenecen, según vemos, al mundo de lo "opinable". Por eso, quienes se educan con esta mentalidad de reducir o ampliar la altura de 8.848 metros  del monte Everest y se quedan en el aire a la hora de concluir, no aceptarían nunca la seguridad de la fe, pues como dice con gracia la santa de Ávila, "Dios no se muda".

De esta seguridad de la fe se nutren los corazones "bien dispuestos". La zozobra de la Iglesia, tan aireada por algunos, se debe al sistema de mediciones, aunque sean satelitales, tengan o no en cuenta la gravedad. De la misma manera, quienes analizan los registros demográficos de la población hablan de un descenso en la "natalidad"; pero, las ardillas de la ONU, desde la Gloria Steinem de ayer hasta la Hilary Clinton de hoy, correteando con sus "idas y venidas" por las dependencias del gigantesco inmueble de Nueva York, hablan de un descenso de la "fertilidad", como si la fertilidad se moviese. La fertilidad no se ha movido: las mujeres siguen siendo fértiles. Lo que se mueve, y mucho, es la tasa de natalidad alterada  artificialmente por cada día mas mujeres para impedir el advenimiento de la vida


Todas estas mujeres (y hombres) que denostan la vida con los recursos del erario público no tienen corazón porque les falta el alma, el componente espiritual. Por eso, su corazón ha dejado de tener "sus razones", que diría Pascal. Está muerto y ha dejado de iluminar la vida, incapaz de producir afectos. El orgullo y la concupiscencia han llenado el vacío de tantas barraganas que han decidido dedicarse a "otras labores" en vez de engrandecer el mundo con su maternidad.

Excusas no faltan para dejar que la vida languidezca. Es fácil generar un sinfín de razones, pero el hombre fue creado para trabajar y llenar la tierra. Es difícil ser un solo corazón, si se carece de él. Mucho menos una sola alma, si el espíritu yace enterrado en los asuntos terrenales.

De esta manera, sin una base firme en donde apoyar la construcción (de lo que fuere), ningún edificio se sostiene, especialmente si ha logrado gran altura.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra