Innovar: prolongar la tradición en el tiempo.


El trabajo
Autor: Ford Madox Brown 
Fecha: 1852-63
Museo: Birmingham Museum and Art Gallery






"Desde el principio" el hombre sabía de la necesidad de trabajar. Había sido creado para ello. No se trataba solamente de trabajar la tierra para extraer sus frutos para sobrevivir. Trabajar venía a ser algo así como plenitud.

Dada la naturaleza humana y el fin del hombre, el trabajo era la manera indicada de llenar la existencia alegremente porque permitía colaborar con el Creador en la tarea de llenar la tierra, pues antes, no "había hombre que labrara el suelo". De forma específica se nos dice después, al haber hombre en el "jardín del Edén", "que lo labrase y cuidase".

Después de miles de años sobre la tierra, ahora el hombre se encuentra sin trabajo. No tiene tierra que arar ni cuidar. Se ha apartado el hombre de la tierra para amontonarse en las ciudades. Los pueblos de ayer lucen vacíos. Los jóvenes no encuentran qué hacer. El agua escasea. Se menosprecia la vida como algo inoportuno y se arremete contra ella. Queda oculta en los pliegues del activismo.

Si el hombre había sido creado para trabajar, en ese quehacer le iba la vida. Entonces, al faltar el trabajo, languidecería con él la vida. La tecnología avanzada va sustituyendo al hombre, pero resulta incapaz de generar la vida. La vida nacía "desde el principio" de la "unión" del hombre y de una mujer.

Sin trabajo se extingue la vida. El hombre deja de buscar a la mujer, y la tecnología encuentra otras formas para reproducir la vida, que se acumula por miles en lugares congelados, queridos por nadie.

De alguna manera, la vida y el trabajo se conjugan en la naturaleza humana. El imperativo divino "sed fecundos" referido a las personas y a las cosas, se trenza con el mandato de "henchid" la tierra mediante el "trabajo". Sin el trabajo, entonces, no germinan las plantas necesarias para la manutención del hombre y de los animales. Y la vida extingue.

Hoy se ha llegado al punto clave donde la vida se manipula a capricho sin reparar en las personas que, encapsuladas a casi un centenar de grados bajo cero, sin conocer jamás el abrigo del vientre materno, esperan  una solicitud suficientemente rentable o sufrir el exterminio sin jamás haber cometido la más ligera de las faltas.

"Innovar" entonces sería crear las condiciones necesarias para facilitar, para mejorar la vida, en todos los rincones de la tierra, sin la urgencia de ir a otros planetas para asombrarse de la posibilidad de encontrar la remota potencialidad de una vida invirtiendo para tal empresa cantidades tan astronómicas de recursos como las distancias a recorrer hasta alcanzar el punto de destino, sin esperanzas de retorno a la tierra.

Asimismo, el terror desatado en tantas partes del planeta, las guerras, el acoso continuo a quienes no saben o no pueden defenderse, la violencia incluso  en contra de quienes forman el grupo familiar más íntimo dejan de ser noticia para instalarse en el mapa diario de las agresiones sin sentido.

El hilo conductor de las propuestas "sed fecundos", "trabaja" y "ama al prójimo" parecen haber caído en un saco roto donde, efectivamente, algunos se salvan. Con estas premisas como paradigma de cualquier intento de "innovación" se podría llegar a vislumbrar el significado de la felicidad en la tierra sin caer en la caverna del mito, el de Platón o los descubiertos en  las configuraciones lógicas de Levi-Strauss.

Si se pierde el hilo conductor de la vida, entonces no tenemos ningún tipo de innovación. Si perdemos el trabajo y su sentido, se acaba la vida. Si la tecnología reemplaza al hombre, se resiente sin duda el amor y cariño de la entrega entre personas.

Innovar es asombrarse en la repetición de la salida y de la puesta del sol, siempre lo mismo (pero no igual). El universo lleva en la misma danza millones de años. Cada hijo que nace es un nuevo amanecer. Cada paso que se da es como el anterior, pero te lleva más lejos. Y la contemplación del un cielo tachonado de estrellas, las mismas estrellas, absorbe cuerpo y alma de quien las mira. O el continuo venir de las olas hacia la playa resulta un sedante para el ajetreo de las interrupciones inesperadas. Las repeticiones son tan bellas que, como dice Chesterton, parece que Dios le dice al sol cada mañana: "Hazlo de nuevo". Y no se cansa de verlo.

Si nos quitaran esa repetición vendría el sobresalto de la muerte. Por tanto, innovar es prolongar un poco más, un día más, ese abrazo dado a la esposa que se ha ido.




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