Por un plato de lentejas

Materialismo. Materialismo rampante. En un mundo con una visión materialista, todo se puede pesar y contar. Todo se puede --se exige-- traducir a una dimensión económica. El éxito de cualquier gestión se mide en dinero.

La "torre de Babel" de hoy se llama "tecnología". Se trata de llegar con ella hasta el cielo. Y abrazar el mundo, ser global. Llegar a Marte.

Las vendedoras de sexo callejero se prostituyen en los rincones de la vida, por diferentes razones. Las razones pueden ser distintas, pero el acto es el mismo: intercambio carnal a cambio de dinero. A veces, ni eso. Desde antiguo se practica este comercio; también desde antiguo se practica en toda la tierra. Es un fenómeno histórico y global.

Los brazos de lo  global tratan de abrazar el espíritu, pero acaban asfixiándolo. Le falta la sensibilidad. Se imponen por todos lados las reglas científicas, la precisión, la amenaza del "cambio climático". Quien no se alinee con las "nuevas" exigencias, quedará expuesto al fracaso en todos los órdenes. 

Se denosta a quienes profesan su fe católica y eligen ciertos partidos políticos en un sistema democrático. Cada vez se tolera menos a quienes defienden la vida siempre, desde su concepción, y a los defensores del matrimonio como la unión  de hombre y mujer. 

Quienes no votaron por Trump están desolados. Se les acabado la entrada de divisas para causas innobles, aunque los llamen "derecho de la mujer" a decidir sobre su cuerpo.

Se ataca salvajemente, es decir, sin ideas, la naturalidad del cuerpo humano dotado de alta definición desde el vientre materno. Se quiere desbordar la naturaleza humana con pretensiones de "libertad de elección", reducida siempre a dimensiones sexuales.

Incluso, en las decisiones del balompié, la sustitución del hombre por la tecnología, como en caso reciente en la primera semifinal del Mundialito de Clubes en Japón, el árbitro húngaro Viktor Kassai, pitó el primer penalti de la historia con la ayuda de un vídeo, y, según parece, la decisión ha sido calificada como un error.  Es decir, el error humano que se pretendía solventar, trajo consigo el error tecnológico. 

Entonces,  al desplazarse el  sentido de la "libertad" por medio de la "tecnología", nos quedamos a oscuras. En última instancia, es un hombre quien debe aceptar la sugerencia dictada por la máquina.

Mientras, el uso de internet sigue creciendo. En el caso de la "prensa" se alegran de que haya incrementado la publicidad online, si bien se advierte un aplanamiento en las consultas, quizá un preludio de haber tocado un techo temporalmente.

Vemos con agrado cualquier avance por el medio que sea. Sin embargo, observamos con preocupación, ese no ir invirtiendo cada día más en la formación del hombre que lo maneja esos medios.










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