El "paso" del cristianismo del miedo a la filiación divina

No se puede transitar por el siglo XXI con los conceptos del siglo XIX y anteriores. El cristianismo del miedo hunde sus raíces en las ideas de san Anselmo de Canterbury del siglo XI. 

El hombre no podía quitarse la idea de su indignidad delante de Dios, ser infinito. Heredero como era del pecado original y de los pecados personales,  pesaba todo como una enorme losa,

Va a ser el evangelio de san Juan donde se nos va a decir claramente sobre nuestra condición de "hijos de Dios". Por este énfasis podríamos decir de este escrito como el de la alegría por excelencia, porque "a todos los que la recibieron (la Palabra) les dio poder de hacerse hijos de Dios". (Jn 1, 12).

Este es el comienzo del gran salto del Antiguo al Nuevo Testamento. Juan el Bautista sirve de puente,  y nos dice que viene a "dar testimonio de la luz", establecida en la "Palabra", por la que fuimos creados, nos movemos y somos.

La alegría de esta realidad se manifiesta desde que el tiempo comienza a correr para el hombre. La herencia por la filiación, un don que no nos corresponde, pero como son cosas del amor, nos llena de esperanza al creer en ese lugar ganado para nosotros por la venida de Jesucristo.

El punto a manifestar aquí, viene dado por la alegría de saber esta noticia, impensable para el hombre en los devaneos de la razón. El salto desde el "miedo" a la "confianza" dada por la filiación divina, quizá es el punto más relevante de la espiritualidad de san Josemaría Escrivá, fundamento y punto de apoyo para recorrer el camino de la vocación cristiana.


Nunca será suficiente la insistencia en este punto, pues cambia de manera radica nuestro acercamiento y trato con ese Dios, a quien Jesucristo nos enseñó a tratar como Padre en la oración enseñada por él.

Esto doctrina no es un juego de palabras. Por el contrario, representa el punto central de nuestra confianza en Dios, que nos quiso antes de constituir el mundo para que fuñeramos felices, santos, por toda la eternidad.

Se trata ahora de no perder este don ganado gratis al recibir el sacramento del Bautismo por medio de la gracia santificante, es decir, por la participación de nuestra naturaleza humana en la naturaleza divina.

Claro, esta gracia santificante se puede perder por el pecado, y con la pérdida, el derecho a la herencia del cielo. Pero, la bondad de Jesucristo nos ha dejado la posibilidad de recuperar esta gracia en el sacramento de la Confesión, tantas veces como sea necesario.

De nuevo, este gran salto desde el miedo a la confianza sólo se explica en el contexto del amor que Dios nos tiene, y se plasma en el ruego de tratarlo como Padre.

El sentido de la filiación, si bien nos viene desde hace dos milenios de una manera clara, nos proporciona un concepto para caminar en el siglo XXI.


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