El camino que lleva a Belén

A estas alturas, todos saben dónde queda Belén. Lo que nos impide acercarnos, sin embargo, el mayor obstáculo, radica en "nuestra soberbia intelectual", como nos decía Benedicto XVI el día de Navidad en 2011, más que las intrincadas barreras de la política actual.


Ese obstáculo formidable nos impide agacharnos y adorar al Niño, cuidado por María, su madre, y su esposo José. Ver a Dios en esa naturaleza humana, en una criatura tan semejante a las demás en todo, requiere rendirse al amor, y dejar a un lado la suficiencia ilustrada de quien sabe tantas y tantas cosas con precisión admirable.

El camino a Belén, más que distancias kilométricas a recorrer al modo de los Magos venidos de Oriente, supone un adentrarse en el interior personal, ese camino íntimo donde el follaje enmarañado de las preocupaciones y activismo sin cuento, impiden ver el sendero para avanzar hacia el Portal siguiendo la estrella.

En el camino de cada quién, siempre hay una estrella, donada al nacer. Guía y alumbra el plan a seguir en el sendero, si bien las formas culturales de hoy, como las de Broadway, copiadas hasta la saciedad por el comercio en cada centro urbano de fuste, impide verla. Su tenue luminosidad se opaca con los resplandores intermitentes de las calles y callejuelas urbanas.
En este recinto de Nazaret, la virgen María concibió a su hijo Jesús.

El consumismo no deja ver la luz de la estrella hacia el camino de Belén. La Navidad se ha convertido para muchos en un lugar común para satisfacer todos los instintos abrevando en las cloacas sociales. Acaba el año, y bien se merecen quienes ostentan el poder social y político un respiro, a ejemplo de los políticos mejicanos: cuentan las noticias de la recepción este año  de un aguinaldo  equivalente a un salario mínimo durante 19 años, medio millón de pesos.

El recorrido hacia Belén lleva al desprendimiento, tratando de cercenar los montes y rellenar los valles, y, en el interior, rebajar los brotes de soberbia y realzar la humildad. No importan tanto las desigualdades (vitales para el economista francés de moda Thomas Piketty), como el ser capaz de facilitar el curso de la vida para llevar una vida digna.

El pensar en estos detalles sobre la suerte de quienes viven en nuestro rededor, debería ir acompañando nuestros pasos mientras se avanza por el camino navideño. 

Y al obrar así, nos encontraremos sin duda a los pastores y reyes por el camino que lleva a Belén.  La estrella marca el camino. Y quizá, si nos damos prisa, alcancemos a María y a José antes de llegar a la cueva.





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