La alegría del "adviento" 2016: ¿Vale la pena?






La esperanza caracteriza el tiempo de adviento. Se espera aquello en lo que se cree. Mientras sigamos creyendo, vamos bien, caminamos hacia ese fin, donde la felicidad se cumple al llegar a la línea de meta, por decirlo en términos deportivos, como san Pablo, cuando animaba a correr de tal manera que salgamos vencedores en la contienda.

El adviento nos enseña a correr, con el "apresuramiento" de María cuando va a visitar a su prima Isabel, justo después de recibir el anuncio del ángel proponiéndole ser "madre del Salvador". Y con el andar presuroso de los pastores, también después de recibir el anuncio de un ángel, indicándoles el lugar del nacimiento del Mesías.

La prisa se cruza con el anuncio de los ángeles. En ambos casos, María y los pastores, "creen" lo anunciado en cada caso. No importa si el "anuncio" rebasa cualquier expectativa humana. Ser la "madre de Dios", y aceptar que el "salvador" del mundo recién nacido se halla en  un pesebre cercano. En ambos casos, la alegría ocupa un lugar central. En el caso de María, el arcángel mismo Gabriel, comienza su breve discurso, pidiendo la alegría: "Alégrate, llena de gracia", algo que efectivamente sucede, pues María, al ver a su prima en Ain Karim, a 6 kilómetros de Jerusalén, le descubre el estado de su ser: "...mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador". Incluso, el nasciturus de Isabel salta "gozo" en el seno de su madre.

Asimismo, los pastores reciben el recado más importante de la historia de la humanidad, animados por el ángel del Señor: "os anuncio una gran alegría".

En adviento, se van las penas, si se recorre el camino con garbo, "a toda prisa". Por eso, el nacimiento de una nueva vida, siempre es motivo de alegría, de esperanza. El pasaje del evangelista Lucas, es el mejor para desbaratar el contubernio enrevesado del aborto. En su tiempo no se daba esta locura, aunque la ambición de poder del rey Herodes, quiere eliminar a los  "nacidos menores de dos años".

El argumento para pulverizar a los argumentos abortistas, se muestra sin palabras. Después del "anuncio" del ángel, parte María "apresuradamente" a visitar a su prima. La distancia es de unos 150 kilómetros, el equivalente a cinco jornadas de camino. Es decir, María tendría al saludar a su prima, una semana, más o menos, de embarazo.


Y nos fijamos ahora en el saludo de Isabel al recibirla: "¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a verme?" El fruto del vientre de María, era nada menos que el Señor, la persona que venía a salvarnos. No era un no se sabe qué; un ya veremos en qué acaba este proceso. Era realmente una persona.

San Lucas, sin pretenderlo, nos da el mejor ejemplo de la vida a partir del mismo momento de la concepción.

En fin, si sabemos escuchar en este camino del adviento, oiremos de primera mano los estados de ánimo de María en su camino Belén, siempre protegida por la compañía de José, su esposo.  Y nos entrará el deseo de ser como ellos, buenos y fieles hasta el fin.

Entonces, sin perder el tiempo en este adviento, con la alegría de saber que, por fin, seremos salvos en la espera de la Navidad, si caminamos junto a este matrimonio enamorado, ordinario, de Jesús y María.

En efecto, siempre, siempre, la presencia de Dios "produce" alegría. La tristeza es la ausencia de Dios.

         

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