Verdad, libertad y amor: una "trinidad" inseparable








A la estatua de la libertad le falta algo. Está muy seria. Viktor Frankl decía que le faltaba la responsabilidad. Yo creo que le falta el amor. Veamos.

¿A quién te gustaría parecerte?, es una pregunta que se ha repetido en la historia de los pueblos y en la de los niños, adolescentes y adultos.

A los pueblos de Macedonia, por ejemplo, les gustaba parecerse a los griegos. Los catalanes a los franceses. Y no faltan quienes en el norte de Méjico les gustaría ser estadounidenses. Algunos niños imitan a sus papás, y no faltan entre jóvenes y adolescentes quienes ven los actores de moda a personajes dignos de imitar.

¿Por qué se dan estas conductas? Sin pretender reducir el abanico de posibles respuestas
 a una sola, se puede ensayar una de ellas, como un aglutinante de varias posturas.

Al hombre le gusta ser admirado. Causar admiración entre los demás, produce en algunos la seguridad necesaria para andar por la vida con la cabeza alta. Y con este fin se fijan en aquellos que han conseguido atraer a tantos durante su vida.

En el fondo de este planteamiento aletea, más o menos inconscientemente, el amor, el saberse querido. Pero hay un buen salto de calidad entre ser admirado y ser querido. Mientras con la admiración se llena uno hasta la presunción y el egoísmo, con el amor se vacía la persona hasta de sus lágrimas. El descubrir, eso que ya se sabe, que se es querido por Dios, puede conmover a una persona hasta las lágrimas. Y, al revés, cuando alguien piensa que a nadie le importa, descubre la soledad que puede llevar hasta la muerte. Sin duda, le falta un dato a su razonamiento: el hecho de ser, de estar aquí existiendo, implica necesariamente que ha sido y es querido por Dios. 

Dios es la clave de la vida y de la muerte confiada. La libertad creadora del Padre; la Verdad del Hijo; junto al Amor del Espíritu Santo.

La persona prefiere el amor a la libertad. Mientras la libertad tiene carácter de medio, el amor es un fin. La libertad es para amar nos recuerda Karol Wojtyla en sus enseñanzas sobre Amor y responsabilidad

También sabemos por las enseñanzas evangélicas que la verdad conduce a la libertad. Por tanto, el hombre se mueve gracias a la libertad, es cierto, pero esa  línea tan proclamada en diferentes momentos de la historia, comienza por la verdad y desemboca en el amor.

Cuando faltan alguno de estos extremos, la verdad o el amor, la vida se convierte en un sin sentido o se llena de confusión. Por eso la estatua de La libertad está tan seria. Quisiéramos pensar que el libro de su mano izquierda encierra la verdad, que alimenta la llama de la mano derecha; pero le falta, sin duda, el amor, algo más allá de la "responsabilidad" (si bien ésta forma parte de aquél) echada en falta por Viktor Frankl. Una pena que los franceses, autores de este precioso regalo al pueblo americano, se haya olvidado de lo que tanto alardean: l'amour

La libertad sin  amor no tiene forma, y a la libertad sin verdad le falta el contenido.





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