¿Pero todavía la verdad nos hace libres?

Vía Láctea       


Buscar una estrella entre millones. La estrella propia. Pero...

Encontrarse con la muerte mientras se hace turismo en otro país, una muerte violenta, es algo impensable. Pero ocurre, una y otra vez. Personas, en su mayoría jubiladas, deciden por fin disfrutar viajando, experimentando  cosas nuevas o repitiendo la visita añorada a aquellos lugares que, en el pasado, hicieron exclamar: Aquí tengo  o tenemos que regresar con más calma.

Y, justo entonces, el ataque inesperado de una mente criminal, es decir, sin principios, joven proveniente de Arabia Saudí, por ejemplo, decide inmolarse y llevar consigo la vida de cuantos pueda; cuantos más, mejor.

Morir en tierra extraña apenas cuenta para las víctimas de los atentados. Es una cuestión de segundos. Sin embargo, los familiares de los asesinados sufrirán sin duda un golpeteo continuo lleno de consideraciones alrededor de esas muertes.

Por qué realizaron tal viaje; se les dijo que en esos países siempre hay problemas; se decidieron ir de turismo en el último minuto... Ahora sus parientes cercanos deberán visitar un país odioso...

Quedar expuesto, yacente, sin vida, en la plaza de Sultanahmet de Estambul, sin nadie de tu familia en derredor, resulta trágico.

Hemos llegado a tal desprecio por la vida hasta el punto  de considerar un triunfo quitársela a otro. Sin más. En el fondo de este atropello, aletea la ceguera. Ese no ver que quien pasa a tu lado es otro yo, único, irrepetible, con lazos familiares y sociales, son esperanzas todavía por  cumplir. 

Se está produciendo un desajuste entre esta apreciación y las estadísticas de la vida. Hay quienes presentan  la juventud actual como mejor educada, abierta, desafiantes del orden estatuido. Pero si todo esto es cierto, debe cuestionarse entonces el sistema educativo, incapaz de inculcar en qué consiste el respeto, tanto a los demás como a la herencia recibida en toda sus facetas.

Coincide la nueva generación con el secularismo, esa actitud de renuncia, de repugnancia hacia todos los valores de una cultura, en donde cada quien transita instalando los suyos, los que le parece bien, porque se le han ocurrido a él, sin más. 

Sin amparo racional, sólo se les ocurre gritar esa frase tan manida que produce náuseas, versátil para acomodarla a  cada suceso: "Todos somos Fulano....", tópico sin sentido.

Cada quién su postura. No hay racionalidad. Tampoco reflexión. Ya no tenemos tiempo para esas cosas. Se sonríen escépticamente si alguien les pregunta si tal postura encierra al menos un tanto de verdad. Pero se trata de vivir al día, sin corsés que impidan moverse como a cada quien le da la gana. Mucho menos considerar ese presunto y paralizante aspecto  llamado verdad.

Angela Merkel lamentaba hace un par de días que el objetivo del terrorismo es siempre una "sociedad libre". No sé qué quiere decir con tal frase, pero sirve para los titulares vacíos de los media

Recuerdo, sin embargo, desde hace muchos años esta otra frase, que tiene más sentido: La verdad os hará libres. La tan manida libertad se produce a partir de la búsqueda de la verdad, esa estrella, cada quien la suya.  Y esto no se enseña hoy en las escuelas, tan afanadas como están con descubrir "nuevos" métodos más eficaces de educar.

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