El que se llama 666 existe


Por supuesto,
esta botella de vodka existe y tiene su denominación de origen, allá, por Australasia.
Pero no nos referimos a esto. Se trata de ese personaje, el único de toda la Sagrada Escritura, que tiene por nombre un número: el 666.

Se dice que aumenta la proporción de quienes no creen el el diablo, a quien se adjudica el número indicado. Pero ese no es el problema. 

El verdadero problema es la falta de fe en Dios. Quien cree en Dios, cree lo que él ha dicho desde el principio. Vemos entonces al comienzo del  Génesis, cómo este personaje se acerca a nuestros primeros padres, Adán y Eva, para tentarles, y sucumben.

Tan atrevido es que no deja a nadie en paz. La falta de paz alerta sobre su presencia. Siempre anda inquieto, sin descanso posible. Pues bien, al mismo Hijo de Dios, hecho hombre, se le acercó para tentarle.

Y sólo María, la mujer que da a luz a Jesús, estuvo siempre protegida de caer en sus asechanzas.

La historia nos dice que Satanás nada puede contra ella ni contra quienes se acogen a su auxilio.

Los científicos no acaban de entender esta  realidad. Lo que no alcanzan con sus microscopios de gran alcance y por medio de experimentos, para ellos no existe. Los psiquiatras y psicólogos que siguen esta vía denostan las prácticas de exorcismo de la Iglesia, que sí cree en las existencia del diablo para la perdición de los hombres. Alientan incluso a quienes acuden a ver si son candidatos para un exorcismo, que demanden a la Iglesia ante los tribunales por embaucadores.

Adán escuchó a su Eva y se vino abajo, y así se lo recrimina Yahvé: "Por haber escuchado la voz de la mujer ...". Pero iba a ser el linaje de la mujer el que "pisará la cabeza mientras acechas tú (la serpiente) su calcañar". Al final, la mujer iba a ser la gran vencedora, en María.

                                    Pisa, pisa con fuerza
                                    la cabeza al dragón,
                                    pisa, que sigues siendo
                                    Madre de mi Señor, 
                                    y mía,    
                                    Inmaculada siempre,
                                    María, 
                                    desde tu concepción.

A quien se le llama "padre de la mentira" le interesa que nadie crea en él; así se mueve a sus anchas. Vale la pena descubrir las descripciones del infierno y del maldito hechas por santa Teresa, por el santo cura de Ars, por san Juan Bosco, por los videntes de Fátima (especialmente Lucía), por Faustina Kowolska, por citar sólo algunos de los más conocidos.

Por supuesto, el Nuevo Testamento está repleto de pasajes en donde el demonio posee a las personas. Como si al eliminar la presencia de Jesús entre nosotros, cobrara auge la presencia diabólica. 

La Teresa de Ávila aconsejaba ante la presencia de diablos, de "abominable figura", en especial "la boca... que la tenía espantable", el uso del agua bendita, "que no hay cosa con que huyan más para no tornar". Y se le concedió ver "el lugar que los demonios me tenían aparejado" (aunque sabemos bien que es un estado, no un lugar).

"Parecíame le entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y oscuro y angosto. El suelo me pareció de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él. Al cabo estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, a donde me vi meter en mucho estrecho. Todo esto era deleitoso a la vista en comparación  de lo que allí sentí....Esotro,...no le puede haber, no se puede entender, más sentí fuego en el alma, que yo no puedo entender cómo poder decir de la manera que es. Los dolores corporales son tan incomportables, que, con haberlos pasado en esta vida gravísimos, y, según dicen los médicos, los mayores que se pueden acá pasar...no es todo en comparación con lo que allí sentí, y ver que habían de ser  sin fin y sin jamás cesar... No veía yo quién me los daba, mas sentíame quemar y desmenuzar...y digo que aquel fuego y desesperación anterior es lo peor....En fin, ...y el quemarse acá es muy poco en comparación de ese fuego de allá" (Vida de santa Teresa de Jesús, cap. XXXII). 


En conclusión, los de corazón científico no deben sentirse como lelos por no poder probar con sus métodos estas realidades tan reales, pero fuera de nuestro alcance sensorial normal. Vemos como a santa Teresa se le dificulta lo que vivió "tan espantada" relatarlo a pesar de la facilidad de pluma que la santa poseía, y lo consideraba "como una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho".

Entonces, una cosa es el vodka 666, y otra muy distinta el personaje sin nombre de la Escritura llamado 666. 
    







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