Se debe hablar de paz en tiempos de guerra



Sadat, Hussein y Carter en 1979 después de 30 años de guerra.



Averroës, árabe, nació en Córdoba (1126), España, y murió en Marruecos en 1198, exiliado de su país natal. Para este gran maestro, la filosofía era el último recurso a la hora de dirimir cuestiones controvertidas respecto de la fe. Y cuando se apreciaron diferencias con el califa Abu Yakub Yusuf su amigo Ibn Tufay  recomendó a ambos que Aberroës  recurriera a escribir lo que pensaba sobre el asunto de si el cielo era o no eterno. Las cuestiones religiosas podían o solían traer defectos más o menos claros a la hora de esclarecer su consistencia racional. Esta guerra intelectual se resolvía escribiendo.Y el racionalismo nace con él. 

Nos puede costar entender que Dios no ha tenido principio, como todas las demás cosas lo tienen, y que su ser es el amor. Por eso siendo libérrimo decide crear al hombre a su imagen; entonces, siendo nosotros, tú y yo, creados a su imagen tenemos un parecido, sin perder en absoluto nuestra identidad personalísima. Somos frutos del amor y nos debemos querer si de verdad queremos ser lo que somos. De no ser así, perderíamos nuestra hombría de bien, para ser menos.

Por eso Jesús se hace hombre, dejándose llevar por el amor que es, y de esta manera nos salva del pozo abismal donde habíamos caído, a costa de dar su propia vida. Pero hay más, el amor no es sólo un gesto, heroico hasta lo indecible, sino que, como para él s poder no tiene límites, se queda en un trozo de pan, en la eucaristía. Para Tomás de Aquino, después de la creación del mundo, no hay milagro igual: quedarse aquí en un trozo de materia, quien no cabe en el universo entero por él creado.

Como que, cada vez que nos encontramos con lo divino en la figura de Jesús, sin hacer ostentación alguna, nos encontramos con lo inefable. Sin alardes resucita a los muertos, da de comer a miles de personas contando tan sólo con unos panes y unos pececillos, da la vista a los ciegos, da el movimiento a los paralíticos movido por el amor.

Alardear. Pecado común entre mortales. La santa de Ávila, Teresa Sánchez (1515-1582), descendiente de judíos,  cuya fiesta hoy se celebra, fundó 17 conventos, donde vivían sin limosnas y en silencio entre 13 y 20 monjas, en medio de contradicciones sin cuento. Hoy, en medio de la abundancia comparativamente hablando, buscamos tener más, aunque para ello debamos entablar una guerra a muerte, sin consideración alguna por las víctimas, aun cuando el territorio de nuestras tierras sea el de Rusia o China, por ejemplo, astronómicamente superior al de los conventos fundados por Santa Teresa. La "guerra", de alguna manera, también se colaba por las rendijas de estas fundaciones,  con  acusaciones y desengaños, sin rentas si bien se relacionaba con el rey Felipe II de España. Llegó incluso a ser echada del convento de Valladolid fundado por ella, y dirigido por su sobrina, hija de su hermano Lorenzo.

El diablo es el "padre de la mentira" y de la insidia, y revuelve y separa los ambientes más santos, como tantas veces ha pasado en la Iglesia católica. Por eso, la falta de sosiego, de tranquilidad aun en las familias, es la causa de la falta de paz, de la que se impide  salir en los tiempos de guerra. Se vive de nuevo la novela de Tolstoi, Guerra y Paz.

El absurdo ha llegado cuando se quiere terminar la guerra enviando armas a los contendientes, arrojando así leña al fuego. 



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