¿Creer o entender?


Los padres de familia, por lo general, aman a sus hijos. Y hoy día, muchos de ellos, dejan hacer a sus hijos lo que les da la gana.

Sin embargo, es frecuente la falta de conocimiento de los padres de la actuación de sus vástagos. Las parrandas a partir de los viernes, incluso desde los jueves, a base de alcohol, en alguna casa o apartamento de los amigos o familiares, ha dejado de ser noticia.

Vemos, oímos en los media, que a Fulanito le han dado una paliza a la salida de la fiesta; que la niña de su mamá la han raptado y la violaron entre varios; que a otra, la encontraron muerta en un tiradero de basura.

Esto es malo, malísimo. Pero es mucho peor, si cabe, encontrar a los mismos camaradas, semana tras semana, haciendo de las suyas sin que nadie se percate de ello. La pornografía en  papel y en las redes sociales, campa a sus anchas y circula con éxito entre los adolescentes  de la llamadas buenas familias. 

Es una vergüenza que los padres "crean" pero no "entiendan" que no pueden delegar su obligación de cuidar y educar a sus hijos en los aspectos básicos de la moral y las buenas costumbres. El colegio o la escuela no pueden suplantar a los padres en estos temas básicos de la educación.

Contra esta explosión de "indiferencia", no podemos esperar que sólo la policía, por ejemplo, supla o mantenga el orden en la cada día más agitada sociedad de nuestros días.  

Aunque la asistencia semanal a la iglesia de su preferencia vaya en declive, alegra ver que más de un millón de jóvenes se congregaron en la celebración de la Semana Mundial de la Juventud en Portugal, para pasar después por Fátima para visitar a la Virgen. Todos ellos "creen" y "entienden" y por tanto, obran de acuerdo a su fe

Pero el ejemplo de los padres es una faceta que no se puede pasar por alto a la hora de entender lo que está ocurriendo en nuestro tiempo.

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