La noche que dormí en un kibbutz de Israel

Era alrededor del año 1995. Fuimos a Israel, pasando por Amsterdam. En el aeropuerto holandés nos revisó a fondo un comando israelita, sometiéndome a una serie de preguntas a fondo. Les pregunté el porqué, sin obtener respuesta alguna. 

Al tomar el avión volvieron las sonrisas y los modales amables de las azafatas de la línea holandesa. Y llegamos a Tel Aviv donde se dio una nueva revisión del equipaje.

Israel tiene el encanto de los Sagrados Lugares. Ahí se guarda la historia de miles de años y de pueden tocar y ver las mismas piedras que tocaron, por ejemplo, Jesús y María. La emoción es fuerte, más en unos lugares que en otros. El lugar de la Anunciación es el sitio donde estuvo María con el arcángel San Gabriel.

Pero nos trae aquí el episodio de la noche en el kibbutz. Llovió torrencialmente. A la mañana siguiente tocaron la puerta de nuestra habitación porque estaba infundada. un señor, habilitado con un cubo, una escoba  y una aspiradora, comenzó a limpiar el cuarto. Hablaba inglés y era ingeniero. Resulta duelos grados en el kibbutz se diluyen y en una especie de socialismo, cada uno va haciendo según le toca.

La comida era abundante, sin dibujos. Al concluir los niños iban a la escuela, situada en un subterráneo del recinto, como medida precautoria  para la seguridad de los alumnos. Por supuesto, les enseñaban de todo, según se podía ver en los pizarrones, pero orientada según la ideología de los residentes del kibbutz. Los jóvenes de todo el mundo interesados en esa experiencia pueden solicitar la ademisión por un tiempo determinado.

El costo de la estancia era asequible, y nos permitió ver la forma de vida de esa comunidad tan especial. Son judíos pero la influencia primera venía de la primera generación, alyá, venida de Rusia, con una arcado deje socialista. Sin remilgos, nos permitieron convivir con los residentes, cada quien, con una particular historia que contar.

Se queda uno agradecido por la apertura de esa comunidad, todavía vigente, de esa forma de vida, donde nadie es más que nadie y se respetan todas las tendencias.