La fe religiosa no es una opinión


"No he venido a abolir la Ley y los profetas"



Vamos viendo cada vez con más claridad cómo vivir la vida "como si Dios no existiera" conduce a la postura política de gobernar "como si la ley no existiera".

En ambos casos se puede vivir, pero de mala manera. Por ejemplo, el hombre no procede del hombre. El hombre ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza. Este parecido, como el de un padre a un hijo, es una cuestión de fe. Esta fe no es sino el nombre dado a la certeza de que Dios ha hablado. De aquí surge la autoridad de lo dicho. No es una cuestión de concluir tras una impecable cadena de argumentos derivados de un principio. No. Si así fuera dejaría de ser una cuestión de fe para convertirse en un, si se quiere, brillante propuesta humana. La fe es verdad aunque no lo entendamos.

Quien se salta a la torera esta postura, no tarda en caer en una manera caprichosa de actuar, porque por ejemplo, se basa en un poder dado por una mayoría de votantes, si esta es la manera de poder decidir sobre las cosas. Se ve enseguida la aparición de la conveniencia en la toma de decisiones, que posiblemente se halla a años luz, no ya de la verdad, porque no se trata de eso en asuntos políticos, sino del bien común. 

Cuando decisiones tomadas en política atentan contra el bien común es actuar como si la ley no  existiera. España lleva haciendo esto desde que su presidente en turno ocupa el poder. Lo inaudito del caso es comprobar que en el Parlamento o en el Senado se toleran estas decisiones efectivamente como si la Constitución no existiera. 

Y es que buena parte de los miembros de estas Cámaras viven también como si Dios no existiera quien no vino a la tierra para abolir la Ley y los profetas.



  



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