Cardenal Newman, en Birmingham (Inglaterra)










Ex umbris in veritatem: así reza la leyenda bordeando su escudo cardenalicio.


Al llegar a Birmingham para perfeccionar el inglés durante las vacaciones veraniegas, me di cuenta de que mi conocimiento del idioma aprendido en la Universidad era mínimo.

Con quienes me recibieron me entendía en un francés chapurreado. Luego, me fui acostumbrando al acento de esta ciudad, del que todos se ríen en Inglaterra debido a lo peculiar de su pronunciación. No entendía absolutamente nada. 

En ese tiempo no había oído hablar del cardenal John Henry Newman, ahora santo de la Iglesia católica. Los sábados, cuando paseaba por el centro de la ciudad, pasaba delante de la catedral donde Newman había sido destinado  como sacerdote del Oratorio, fundado por san Felipe de Neri, después de su ordenación dentro del catolicismo, pues después de sus estudios en Oxford fue ordenado sacerdote anglicano en 1825. Hoy me alegro de haber pisado las mismas calles, probado los mismos alimentos y tratar de entenderme con los habitantes de esa parte del Reino Unido.

Newman era un intelectual de primer nivel tanto en filosofía como en dogmática y moral. En su brillante oratoria, recibió ataques después de su conversión de algunos católicos que lo consideraban poco sincero  en sus creencias, pero el papa León XII, persuadido de lo contrario lo nombró cardenal en 1879. Benedicto XVI, después de su muerte en Birmingham  en 1890, lo elevó como santo a los altares en 2010 a este personaje tan mirado por el Papa.

Me vienen estos recuerdos a la memoria hoy, precisamente, el día de su conversión, 9 de octubre de 1845, y día oficial de su celebración en la Iglesia. Y junto a estos puntos de coincidencia, le pido por los habitantes de la ciudad en donde coincidimos y la gracia de seguir sus pasos en la santidad.




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