¿Por qué cunde hoy tanto el ateísmo?



Tierra yerma. 



Gentes sin Dios. Llenan calles y plazas; fábricas, oficinas y lugares de recreo. La violencia, la agresión y la guerra aparecen por la menor de las causas. 

Se han ido por el camino de la "demostración". Acostumbrados por el lenguaje exitoso de las ciencias, tratan de encontrar la evidencia tangible de la existencia de Dios; pero como no ocurre de esa manera, cierran con displicencia el camino de la felicidad

El camino es fácil, aunque los científicos le tilden a uno de "hereje", tal como se hacía en la Edad Media con quienes no se rendían ante las presentaciones de la fe

Se puede exhortar a las gentes, perdidas en sus devaneos mundanos,  que intenten seguir el camino del amor. Hace unos días, un joven me confesaba: "Se me está volviendo duro el corazón".  ¿Y cómo lo notas?, le pregunté. Su respuesta no dejaba lugar a dudas: "Poco me importan ya las cosas de nadie". Y añadía: "Lo único importante para mí, ahora, consiste en ganar dinero, como sea".

Este amigo joven "mostraba" sin circunloquios el estado de su alma. Andaba flotando, sin fundamento donde apoyarse. Sólo las pizcas de  cariño de aquí y allá, le ayudaban en su camino. Para convencerse, como los discípulos de Emaús, después de largos silencios taciturnos, carentes de razón, deseaban emprender de nuevo el rumbo de "querer a los demás". Se daban cuenta de que no era un mandamiento; era la exigencia natural proveniente del convencimiento de la experiencia del Dios vivo. Sin él, todo dejaba de tener sentido. 

Nos lo dice el "sentido común", aunque no sea todavía  filosofía, pero es un peldaño ineludible para llegar a ella y convencerse de lo fecundo del amor en la vida propia y ajena. Sin la presencia del amor, el corazón se endurece.

“Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así” (Mt 19, 8).










































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