¿Desventuras? Son siempre algo permitido por Dios...para bien nuestro

Ser manso y humilde de corazón. Resulta iluminador descubrir en esta sencilla fórmula lo que encierra el corazón de Jesús. 

Con la mansedumbre se habilita el corazón para el amor. Los desaires, las derrotas personales dadas en los contactos con los demás, nos pueden empujar como al rey David, a sentirnos derrotados y caminar sin siquiera calzado alguno por los caminos menos transitados, con el rostro cubierto, para no ser detectado por los demás en esa escapada, sumidos en la tristeza. 

Aun así, se le puede recomendar a quien camina a nuestro lado, algo insólito, inesperado: "No te preocupes, pues todo esta miseria es algo permitido o querido por Dios". Y sumidos en la tristeza, sin casi voluntad alguna, seguimos nuestro camino. 

En estas circunstancias, no queremos ver ni saludar a nadie. Por eso la humildad debe ser la compañera silenciosa de la mansedumbre. Se necesita de paciencia y fortaleza para transitar hoy por los caminos de la vida. Paciencia para aprender a vislumbrar, a discernir lo valioso del mero relumbrón. Y fortaleza para seguir adelante a pesar de los cantos de sirena tratando de distraernos del único fin apto para la dignidad de la persona humana.

No es fácil. Necesitamos ayuda. Imposible caminar este camino en solitario. Cansados del camino, se requiere de un descanso, sentados en el brocal del pozo de donde manan aguas capaces de calmar la sed porque saltan hasta el más allá.

Se repite la escena del pozo de Sicar.

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