¿Por qué no se resuelven de una vez las carencias del hombre en el siglo XXI?








En primer lugar, para resolver las carencias del hombre actual, debemos conocer esas carencias. En segundo lugar, debemos ver si tenemos aquello necesario para solventar las carencias. En tercer lugar, se precisa coordinar las acciones requeridas para lograr los cambios. Por fin, también se requiere "querer".

Con frecuencia, el enfoque de las personas y de las empresas consiste en plantearse un reto de dimensión global. Si no, da la impresión de no estar haciendo nada serio. Sin embargo, creo ver en este enfoque el primer gran error. Lo grande, si se le quiere llamar así, comienza por lo pequeño. No se puede correr antes de comenzar a caminar. 

No podemos calificar de fracaso los logros conseguidos durante el tiempo de la llamada "revolución industrial", pero el optimismo de su puesta a punto hasta finales del siglo XXI ha dejado brechas insuperable en todos los órdenes de la sociedad.

Ahora, estas brechas se quieren subsanar prometiendo una nueva revolución a base de sistemas digitales en cada aspecto de la vida. Las redes sociales van trenzando  todos los caminos de la tierra; sin embargo, no se ve cómo las nuevas tecnologías puedan cerrar tantas brechas: en lo económico, en lo laboral, en lo deportivo, en las relaciones sociales. Por el contrario, desde su aparición en la última década del siglo XX, los litigios por el predominio de un sistema sobre los demás, no ha hecho sino comenzar.

Desde Trump hasta el Papa se cuelgan de las "redes" para difundir sus mensajes y, de esta manera, tratan de paliar las deformaciones y silencios de los medios tradicionales de comunicación, según la ideología de estas publicaciones. Por ejemplo, el presidente Trump tilda de "fakenews" lo publicado en los principales diarios del país, y, el papa Francisco debe padecer las distorsiones diarias introducidas en sus declaraciones, no importa si quedan impresas como "magisterio" de la Iglesia, como sería el caso de la Exhortación Apostólica reciente Querida Amazonia.

Creemos que el vacío dejado en el corazón de los fieles debido a la ausencia de Dios se ha llenado de ideologías o de indiferencia ante en embate del relativismo, predominante durante las últimas décadas. Los niños, los jóvenes, aprenden de los padres, hoy tan pasivos. Y si no se corrige desde ahí, si desde ese vínculo primero y vital de las relaciones sociales y del aprendizaje, no se aprenderá a discernir entre el bien y el  mal, y a practicar lo que es "bueno", porque no lo han visto en sus mayores.

Sin duda, hay mucho bien y mucha gente practicándolo en todos los rincones del mundo actual, pero a esas noticias les cuesta encontrar una rendija por donde colarse en la esfera del día a día. ¿Qué hacer? Lo de siempre. Comenzar por la educación en la familia, padres incluidos, en los asuntos básicos de la convivencia pacífica y el amor.

Ahora bien, si no empeñamos en destruir la familia y la educación de los hijos --principio ineludible de la cadena formativa de la sociedad-- o llamar "familia" a cualquier novedad de convivencia --como muchos están haciendo ahora--, entonces, esas carencias detectadas por todos abrirán "brechas" formidables en donde las carencias se irán multiplicando, desde la falta de respeto hasta las guerras internacionales, desde los palacios hasta las calles donde estos se asientan.

La paz es la tranquilidad en el orden. Hoy, nos falta el orden nacido de la caridad.

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