Teología y filosofía: ¿amigos distantes?





Nuestra Señora de los Dolores
Escuela de Cuzco
(1456)







No han faltado quienes a lo largo de la historia quisieron separar "lo que estaba unido". Vamos a explicarnos. María, tuvo en la tierra todo el conocimiento humano posible y lo conjugó en todo momento con la verdad que se le iba revelando, aunque a veces no la entendiera. 

Primero, el hombre es el destinatario de la teología. Por tanto, su razón es parte del hombre para discurrir sobre los temas planteados. Sería antinatural vetar esa parte integral del hombre a la hora de escudriñar la teología.

Segundo, si hay algo de comunicable, debe ser considerado para discernir la verdad encerrada en sus palabras. Si la hubiera, para aprenderla y vivirla; si no la hubiere, para rechazarla. Toda la realidad espera ser descubierta, a sabiendas de nunca lograr agotarla.

Tercero, la voluntad se encamina a un fin y se adhiere a todo aquello apto para alcanzarlo. La teología tiene esa misión: ofrece al hombre la perspectiva de un fin, iluminando el camino a seguir querido por ese creador inteligente quien lo ha puesto en la Tierra para encaramarse al cielo.

Por último, la vida sin un fin carecería de sentido, porque al adolecer de verdad sería una mota de polvo errante en el universo. Es decir, descubre su capacidad de "elegir", y, la libertad, al hacer suyo el propósito de la vida, porque quiere, descubre a un creador que le hizo partícipe de un bien, sin merecerlo, al que se puede unir para siempre. Es el descubrimiento del amor.

En resumidas cuentas, la teología sin filosofía, sin razón, sería un eco llegado de alguna parte de universo, sin posibilidad de entenderlo. Y viceversa, la razón sin teología sería literalmente una Odisea, escrita por un ciego, Homero, batida por el oleaje entre Caridbis y Escila donde los compañeros de viaje irían desapareciendo sin remedio y sin saber de su suerte.

Por esto, el Dios de la fe es lo mejor que le ha podido ocurrir al hombre y le expresa quién es: sabe de dónde viene; sabe también adónde va; y las peripecias del camino tienen sentido porque son permitidas por el amor, que lo ha puesto en esta travesía sin fin junto a quienes recorren y han recorrido ese itinerario.

Para indagar mejor este tema, pueden ir un rato, por ejemplo,  con Étienne Gilson.

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