Qué hacer para salvar al hombre y al mundo



El nuevo "orden mundial".




Las cosas no van bien que digamos. Ni los componentes del G7, reunidos esta semana en Biarritz, suroeste de Francia, casi en las lindes de la frontera con España, esperan grandes logros de este llamado. Cada quien tiene sus razones para su desesperanza, siempre relacionadas con el "otro".

Hace sólo unos años, el entonces cardenal Ratzinger sorprendía --sorprende hoy todavía-- con un consejo para "salvar al hombre y al mundo": ocuparse de clarificar el concepto de libertad, como una tarea decisiva, si de veras nos interesa el hombre. Este remedio, en principio, se parece a la aplicación de un paño caliente a un mal de gangrena. Pero si se repara en el contenido de la libertad, se ve en seguida su dependencia de la verdad y del bien. Sin verdad nos hallamos en manos del "padre de la mentira", un ser diabólico real con la experiencia de un ángel caído desde su creación capaz de seducir y engañar a los hombres y llevarlos a la condenación eterna (a pesar de lo afirmado por el P. Sosa, general de los jesuitas, quien lo reduce a un ser "simbólico") si no se protegen por la "gracia" de su influencia malévola.

Por otra parte, todo el "mal" del mundo tiene en Satanás su origen. La corrupción de valores y costumbres, los atentados contra la vida desde el seno materno hasta los ataques contra la integridad física y moral de las personas, la presencia de la violencia como realidad diaria para la resolución de problemas, las faltas contra la pureza, el tráfico de personas, la perversión de quienes atentan contra la inocencia de la niñez por cualquier medio teórico y práctico, el reinado de la "mentira" como medio para conseguir los fines propios, el mundo de la droga, la desobediencia y falta de fidelidad en los compromisos matrimoniales y religiosos, en fin, todo lo que lejos de acercar a la virtud acerca al hombre a la perversión de su naturaleza caída por medio de los "vicios", sobre todo, por los adelantos de las "nuevas tecnologías" capaces de penetrar hasta el tuétano y el corazón de niños y mayores sin apenas darse cuenta.

Por eso, las libertades de hoy están "falsificadas" y gozan de gran poder, tanto como para obnubilar la libertad auténtica. Sumergidos en el mundo de las apariencias, no se percatan del daño causado a quienes transitan por su entorno, aunque sea analógico.

Claro está, si por un azar de la vida llegara esta propuesta a los reunidos junto a las playas de Biarritz, se la tildaría de inoperante por su falta de concreción. El desorden mundial se debe, según  las propuestas tan de acuerdo con las de la ONU, a los problemas de comercio, el clima y la geopolítica, e, incluso, tratarán de incursionar en las cuestiones derivadas del "género" aduciendo la necesidad de más mujeres en la toma de decisiones a nivel mundial, cuando han sido precisamente ellas las principales instigadoras a partir de las reuniones mundiales de El Cairo y Pekín del actual "desorden mundial".

Por supuesto faltará tiempo para escaparse de las cuestiones "prácticas", de lo hecho y de las carencias debido a lo faltante por hacer para ir resolviendo los problemas del mundo. Pero para acertar en la resolución de lo práctico, deberíamos preguntarnos si esas cuestiones obedecen a las agendas ideológicas de los representantes de los países más poderosos del orbe, si bien no están todos ahí presentes.

Estamos en un momento donde se puede ejercer mucho bien  o mucho "mal" a las personas con quienes convivimos en estos días. Están al alcance de la mano los "medios" para lograrlo. Depende de cada uno el camino a seguir. 



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