Lo importante de la vida: ¿"Salirse con la suya"? (To get away with it)









En el fondo ---a veces en la superficie--- buena parte de las discordias se mantienen porque dos quieren reñir y "salirse con la suya".

"No dar el brazo a torcer"  es otra de las expresiones de costumbre cuando la "soberbia" saca los cuernos a relucir. También se suele decir "ganar a toda costa". En fin, la "soberbia" fue el pecado del ángel al verse con una bellísima inteligencia llena de luz, y se disfraza de mil formas distintas.

Si eso ocurrió en una persona cuya  inteligencia, sin límites casi, conservada hasta el día de hoy (con la venia del Superior de los Jesuitas, P. Arturo Sosa, venezolano, quien según parece tiene otros datos), envalentonado hasta el grado de encararse con su Creador acompañado de legión de ángeles, vio como presa fácil  hora de seducir al hombre en su primera perversión en el Jardín del Edén, y contagiarles de ese querer "ser como dioses". 

La "soberbia" impide tener una sana teología, entre otras cosas, por una sencilla razón. Si la teología busca comprender  el amor de Dios (Dios es amor), el desplazamiento de esa búsqueda hacia el hombre, que ya no quiere preguntar por el ser, sino seguir los caminos de la historia, logra como en el principio confundirse con aspiraciones humanas, lejos de esa palabra revelada.

Como siempre, el fruto le pareció "apetecible", listo para ser consumido de inmediato, siguiendo su capricho, saliéndose con la suya, sin dar el brazo a torcer. Por fin podría comportarse como si fuera Dios, incluso aunque Dios existiera.

Antes de la proliferación del "divorcio", la palabra dada tenía un valor. Ahora vale hasta ese punto donde acaba mi conveniencia. El "querer" sustituye al deber. ¿Pero cómo se da esa devaluación de lo "debido" en el corazón del hombre?  ¿Se trata de hallar algo real detrás de esa pregunta?

Sin duda alguna, lo "debido" se asienta sobre lo real. Todo el pensamiento ético descansa sobre esta premisa. La realidad exige un tratamiento específico de las cosas. Y el modo de ser de las cosas se deriva del cómo son. Ahora bien, nada de lo conocido eligió de antemano su manera de ser. El conflicto, el caos, se destierra con el orden. Es decir, con la presencia  de un intelecto creador, no del orden sino del ser ordenado a un fin al cual se puede llegar sin chocar las cosas entre sí.

Ahora bien, se puede trazar un camino "propio", con independencia del fin. La mayoría quisiera oír para razonar sobre este tema de la libertad, pero no tiene a  nadie quien se se lo diga. Hay una especie de silencio sobre lo esencial. De ahí las distorsiones del concepto de libertad.

De su clarificación depende, nada menos, en buena parte, la salvación del hombre. Pues, la gracia, que nunca falta, se diluiría en el remolino del "salirse con la suya" (por la "fuerza" de la voluntad o por la "fuerza" de la "seducción").







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