La radicalización de la sociedad: ¿qué o quién la exacerba?

No falta un día siquiera, después de leer los diferentes media, que se pueda eludir  el mal sabor de boca dejado por los contenidos aireados.  No se les critica la abundancia de malas noticias, si bien ese suele ser el caso, como si el mundo se fuera a resquebrajar al día siguiente.

Se trata del imperativo ideológico. La ideología campa entre quienes se creen ser grandes profesionales de esos media. Los dueños, directores y redactores de noticias exaltan con ocasión y sin ella la libertad como un descubrimiento de la Ilustración (conviene recordar, sin embargo, que "El hombre ha sido constituido inteligente y libre en la sociedad por Dios creador" (Gaudium et spes, 21) y, con ella, la noción de "progreso" por encima de cualquier atisbo de la "costumbre" o de la "tradición", por un lado. Por otro, y derivado del anterior punto de partida, la frondosa exhibición de prácticas "sexuales", sin pudor alguno, en todos los niveles, siguiendo las apetencias de cada quien. 

"Aunque Dios exista", dicen,  nadie puede  constreñir  esa libertad nata en ningún campo debido a ideas inculcadas por la religión y por quienes la representan --una idea cada vez más extendida entre la población. La marca del "egoísmo" se impone sobre las voces de la concordia, el diálogo, el mirar por el "bien común" de la sociedad.

El monumento al Ángel de la Independencia en la Ciudad de México tras el paso de varias manifestaciones feministas esta semana.




Estamos viendo cómo un grupos de manifestantes enfadados por algo (les dicen ahora "colectivos") tienen derecho a expresarse incluso por medios violentos para hacerse oír en la calle y en la comunidad, sin consecuencia alguna. En política, la ciudad de Barcelona, por ejemplo, se ha convertido en un muladar donde los asaltos y crímenes se producen cada día, aunque su alcaldesa Colau pretenda mirar a otro lado. También la Ciudad de México calla cuando cientos de mujeres gritan y destrozan, incluso la sede de la policía, pues están "enojadas" por un delito  cometido en su contra según ellas por la policía Y los "manteros", de mayoría subsahariana,  infestan las calles y plazas de las grandes ciudades y las playas españolas más concurridas con sus productos de venta ilegal sin cortapisa alguna por parte de las autoridades.

Se toleran conductas fuera del orden legal en todas las dimensiones inimaginables. El Papa  Benedicto XVI lamentaba este estado de cosas también en el ámbito de la fe: "En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado". (Carta de marzo, 2009).


En fin, si, como dice Benedicto XVI, no se hace presente a Dios en este mundo, la llama del amor va a irse extinguiendo para dar paso a la "radicalización" de la sociedad y al odio. Quizá los encargados de velar por ese bien común deberían meditar sobre el alcance de esta Carta pontificia, aunque sólo sea para que devuelvan al César lo que es del César y respeten el ámbito de lo divino.

¿Y qué significado tienen todas estas conductas tan alejadas de Dios y tan perjudiciales para el hombre? El único sentido que yo le veo a esta incidencia del mal, es un bien: la purificación por medio de la paciencia. Pero, puede cada quien pensar como quiera.





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