Profecías y los últimos tiempos: ¿qué hacer?

Hay muchas voces sonando por doquier sobre fechas y signos de los "últimos tiempos". Pero la gente no cambia de vida por ello, como se esperaría, si de verdad esa creencia fuera firme. Pasa como en los días de Noé: se hablaba de un "cambio climático" (que ahí sí se dio) serio, pero la gente comía, bebía y se casaba hasta el día que Noé y su familia entraron en la barca y se precipitó el diluvio. 

Es decir, la cercanía de una de estas predicciones se toma como una más, una de las muchas rondando, sobre todo hoy, de boca en boca. "Oye, ¿no han oído ---dicen--- que ya  se viene el fin de los tiempos?" Esta predicción se ha hecho ya "viral" en la última década. 

Hay una anécdota interesante al respecto. A mediados del siglo pasado, un investigador en el campo de la psicología, Leon Festinger, interesado en el fenómeno de la "disonancia cognitiva" (teoría, de paso sea dicho, con mucho ruido y pocas nueces), siguió a los componentes de una secta religiosa religiosa cuyos líderes habían vaticinado el fin del mundo para una fecha concreta. Decidieron reunirse todos en un monte de las afueras de la ciudad, y esperar el día anunciado. Al final, la profecía no se cumplió. Pero los seguidores de este culto, regresaron a casa con mas fe en sus creencias, en vez de abandonarlas ante el fracaso del anuncio. Es decir, cada quien cree en lo que quiere, con independencia de si se cumplen las pruebas empíricas o "señales" anunciadas. 

Al revisar los índices de seguimientos de los recientes posts veo el interés despertado por los temas relacionados con los "últimos tiempos" y con las profecías sobre  los acontecimientos ya inminentes antes del final,  los presagios  han tenido y tienen un 50% de probabilidades de acertar pues "nadie sabe ni el día ni la hora".

Este interés ha estado vivo desde los tiempos mismos de Jesucristo y los evangelistas y redactores de cartas del Nuevo Testamento. En ellos se menciona con frecuencia el "Sí, vengo pronto", "estad preparados", "voy a prepararos un lugar". El mismo san Pablo y sus discípulos creían, al menos durante un tiempo,  en la inminencia del fin.

¿Qué se recomienda hacer en estos casos? Vivir cada día, cada momento, como si fuera el
último. Tratar de no tener pendientes ni con Dios ni con los hombres. Vivir siempre la caridad, dando gracias por todo. Y no dejarse envolver por ideas sobre las que uno nada puede hacer. 


Pero quizá valga la pena prestar atención a las señales, a esas como las de la higuera cuyo estado anuncia el fruto ya próximo.


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