Todo lo malo es feo..., aunque parezca bello



Quien entiende la unidad de belleza, verdad y bien, tiene la sabiduría.







Estamos viviendo en un mundo de apariencias. Por ejemplo, se llama "bellas" a esas mujeres huesudas utilizadas para desfilar en las pasarelas; a las recientes incorporaciones al mundo del arte cuyas representaciones son, si algo, un insulto a la historia de las formas encerradas en tantos museos y a la inteligencia de quienes no aceptan lo "visto" como "agradable"; a los mamarrachos pintados en paredes ajenas  durante la noche por delincuentes anónimos.

Sí, lo malo es feo. El proverbio español "aunque la mona se vista de seda, mona se queda ("although the she-monkey may be dressed in silk, she remains a monkey"), sigue en pie. Pero como hay tanta mona rondando por doquier, ya no queda seda para tantas, y optan por no vestirse o pretender llamar  seda a su vestido de andrajos exhibido por la "moda". 

Una y otra vez reluce como oro lo que no lo es. Y pasa lo de siempre como noticia (fake). La verdad relumbra como el oro, porque lo es. Y el arte es tal porque al verlo agrada. Una dama al desnudarse para seducir se torna en mujer arrojada a un muladar, y quien consiente o la obliga a hacerlo, pierde su varonía. 

El hábito hace al monje. Al quitárselo para pretender ser otra cosa, se desvirtúa. Las cosas cada vez parecer lo que no son. Al tratar de nombrarlas, como corresponde a la palabra, nacida al contacto con la realidad, se tornan hueras, vacías, flatus vocis, sonidos carentes de sentido al haber perdido su referencia a la realidad objetiva.

Los adornos de este modo, ensucian. Son algo feo. Tanto en el lenguaje retórico de la política, como en la "prensa". Algo se convierte en noticia porque se tiene a alguien ahí, y por eso cuenta lo visto. Entonces lo visto se torna noticia porque coincide la presencia física de un corresponsal con lo reportado. Ocurre así, sobre todo, en televisión, al requerir para seguir siendo visual y no radiofónico, una imagen . 

Se envían imágenes desangeladas de algún reportero aguantando, por ejemplo,  el huracán en turno, con tan poca gracia, como si ese estar ahí tuviera algún significado por encima de la presencia en primer plano de alguien expuesto al viento y a la lluvia. Deben recurrir a lo que fuere, con tal de evitar en televisión la presencia continua, desafiante a veces, de bustos parlantes.

Este parecer sobre lo malo aparece también en El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha: "Siempre, Sancho, lo he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua en la mar".

Y es que la verdad, el bien y la belleza forman una unidad, y no puede eludir una de estas notas sin deformar a las demás.













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