La "libertad" es un don, y delegar, un riesgo; pero...


En el atardecer de la vida asturiana, se contemplan los vestigios de Santa María del Naranco (842), construcción prerrománica. 




Parecía algo increíble: la participación de los laicos en un Concilio.

San Juan XXIII y Pablo VI, ahora ya a las puertas de la santidad, permitieron, por primera vez en la historia, la presencia de un laico, el pensador francés Jean Guitton, para disertar en el Concilio Vaticano II sobre la reconciliación  entre los cristianos.

Con ese gesto, se abrió la puerta al 98% de quienes forman la Iglesia católica: los laicos. El otro 2% se compone de sacerdotes y religiosos. No se trata de establecer ahora una lógica numérica de la "representación". Por el contrario, con esta decisión se abre la posibilidad a los laicos de expresarse en un foro donde la gracia prevalece al final aun en medio de turbulencias,  si así se les puede llamar a la presencia de voces con opiniones encontradas, tal como nos lo  narra Ratzinger en su primera participación en un Concilio con solo 34 años, como asesor y perito oficial del arzobispo de Baviera, el cardenal Joseph Frings. 


Después del Concilio Vaticano II, los defensores de las tradiciones a ultranza, cuyas posturas no dejaban expresar esa continuidad de la Iglesia en la vida de su tiempo, aún siguieron cruzándose con quienes defendían el derecho a revisar y cambiar prácticamente todo, despertando el asombro de muchos hombres de buena voluntad.

Las aguas se han ido calmando, pero suelen dejar un limo pegajoso  entre las mismas filas del cristianismo: el rastro de la indiferencia, según afirma el mismo J. Guitton en una entrevista, contemplando  una treintena de años, en1992,  el eco de las conclusiones del Concilio en la vida de los pueblos. Pero el surco abierto ayer con la participación de los laicos, se ha profundizado con sus voces  en los Sínodos más recientes, sobre todo en esas dimensiones básicas del matrimonio y la familia amenazadas desde tantos ángulos de la sociedad y de la política.

Cuando se da el silencio sobre lo esencial, el relativismo capta adeptos entre  quienes conciben  la "libertad", por fin, como la decisión soberana de  pensar como se quiera.

Si duda, ha descendido la asistencia tradicional a los servicios religiosos dominicales en casi todo el mundo, pero donde mejor se conserva la fe es entre la gente sencilla (una vez más, como hace dos mil años) de países de África y también de Asia.

La ciencia en muchos dominios ha hecho estragos, al desconectarse de la fe y comprobar por sí mismos la falta de consecuencias en el olvido de Dios.  Pero esta situación no es nueva. Por ejemplo, en los tiempos de Jeremías (650 a 587aC), el profeta deja constancia de la desaparición de la verdad en su tiempo a causa de haber apartado a Dios de sus vidas y no haber escuchado  sus preceptos, a pesar de todas las pruebas dadas a su favor en la historia del pueblo elegido.

En realidad este reclamo divino no es motivo de consuelo alguno, y no se puede soslayar tampoco para seguir pensando como algo único  lo  inusual de las veleidades contemporáneas, presagio, según el modo clásico de pensar judaico, de algún desencadenamiento apocalíptico.

Quizá la única lección positiva de esta lectura rápida de los acontecimientos por razones de este espacio y para no cansar la paciencia de algunos atrevidos lectores, consiste en la conveniencia de perseverar en la búsqueda de esa verdad capaz de llenar toda una vida. 

La fe y la razón se alimentan mutuamente. Por uno y otro camino se puede llegar a la verdad, si no falta la reflexión necesaria para alumbrar la concepción de ideas y así desembocar en el camino de la libertad del hombre. Mientras con la fe se escucha lo querido por el creador, con la razón se logra compaginarlo con el quehacer diario.

Por eso se requiere delegar en todos los órdenes de la vida, con el fin de estar con uno mismo. El porro unum se muestra tan urgente en el ajetreo diario  para poder ser sin dejarse atrapar por el hacer

En fin, este deseo se consigue con más facilidad, si se es capaz de delegar y no convertirse en un tirano. Para ser se necesita tiempo.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra