Lucha entre el poder y el dinero, cuando ya no queda "verdad"



Dímelo aquí, al oído.




El lenguaje de estos días, el de la calle y el de los media, parece cortado por el mismo patrón.

El hombre de la calle, el de las aulas también, ha dado un suspiro de alivio al verse respaldado en sus nebulosos pensamientos, por la afluencia del poder y del dinero como necesidades ineludibles en vez de fiarse de la nadería del ser, conducente a ninguna parte.

Tal es le poder de la calle. Al exhibirse en público, lo ínfimo ocupa los lugares reservados al escándalo, como acostumbran las feministas de Famen (el desplante de una de ellas, sin camiseta, gritando hoy  como energúmena delante de Berlusconi, quien comentó de su belleza) o las organizaciones "humanitarias" auspiciadas por la ONU, del tipo Oxfam, dispuestas a acabar con la vida del nasciturus (el por nacer). Descontentos de todo tipo se unen en  marchas discontinuas para descuajeringar cualquier tipo de ordenamiento social y justificar con sus desplantes las subvenciones recibidas. Siempre hay algo fuera de su carril en la sociedad. 

No estaría mal una estancia adecuada en una prisión tercermundista a quienes invierten su fortuna, hecha en este mundo, para encontrar  otros mundos posibles , quizamundos, cuando la miseria de tantos millones de personas, aquí y ahora, se podrían solventar con una mínima parte de tales inversiones. Lo primero es lo primero. (Bueno, mediante una fianza, se les podría dejar en libertad, una fianza suficiente para remediar las calamidades de alguno de los países mostrados en los media una y otra vez).

Ciertamente, esta medida no resultaría muy eficaz por una razón simple: no se puede arreglar con una fianza material el problema inmaterial de su corazón insensible. Se debería darles a esos señores, un ciclo educativo para regenerar su alma pervertida por el el estilo de vida llevado, tan metido en los problemas materiales. A los males del espíritu conviene darles remedios espirituales para sanarlos.

Por eso resulta más difícil encontrar donantes para una buena causa. Ha ocurrido lo siguiente. Se da un desplazamiento del fin altruista, pregonado a los cuatro vientos,  hacia uno más dirigido a la conveniencia personal (encumbramiento, medrar en lo político o económico, y algunos otros gustos muchas veces inconfesables), usando en parte los medios conseguidos  para un fin personal (el reciente escándalo de la organización "humanitaria" Oxfam en Haití y otras latitudes, deja en claro cómo se valían de su poder económico y social. 

En vez de  remediar males sociales, se contrataban, por ejemplo,  mujeres como prostitutas en fiestas particulares de altos y no tan altos miembros de la  jerarquía de la organización). Una especie de quiasmo.

En realidad, en esto consiste la corrupción en tantos frentes: políticos, sociales, negocios, e, incluso, en el plano familiar. En este último caso, se usa la familia para conseguir fines distintos a los del matrimonio, consistente en la procreación y la ayuda mutua. Suele ocurrir con frecuencia que en  estos "divertimentos" se precipita su final: al cambiar los fines, se desploma la institución. Igual ocurre en política: el descrédito mundial de lo político, acaba con el prestigio de esta profesión, y el ciudadano opta por personajes sin una tradición en el oficio, con resultados bastante discutibles. 

Como resumen: cuando no se avanza con dedicación plena  y honrada en conseguir el fin propio de un oficio o de una institución, y así mantener su verdad en todos los órdenes, se acaban filtrando en esa travesía las sirenas con sus atractivos cantos sobre la felicidad acarreada, según su engañosa melodía, por el poder y el dinero

Cuando el todo se reduce a meros poderes, políticos o de  dinero, destaca con frecuencia la lucha en vez de la cooperación.





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