¿Van las cosas de mal en peor?: Compare el Génesis y la vida de hoy

Cuando el hombre no obedece a su naturaleza o las leyes justas, está arrimando gasolina al fuego.

Veamos. El hombre no encuentra un trabajo digno. Sin embargo, el hombre fue creado para trabajar, según nos recuerda la primera página del Génesis, y algo sabrá quien nos puso sobre la faz de la Tierra.

Sin dejar esa misma página, leemos el imperativo de la misma voz, sobre el fin del matrimonio: Será entre un "hombre y una mujer", para que "sean fecundos, se multipliquen y llenen la tierra". Pues bien, los listos de la ONU han decidido acabar con la familia, y se disemina la idea no sólo de que la
"familia pequeña vive mejor", sino que el concepto mismo de familia debe ser revisado a la luz de algunos iluminados de la nómina de las dependencias de las Naciones Unidas.  Y ahora resulta que el fondo de pensiones no llega a cubrir las necesidades porque no hay suficiente número de gente joven en las filas del trabajo.

En el primer caso, el desarrollo de la tecnología, casi impuesto en muchos países sin medios para ponerse al día en este avance sin límites, va dejando sin empleo a los trabajadores de tantas líneas de montaje y en tareas de servicios. Tan es así, que se está pidiendo que los robots instalados en diferentes funciones, paguen impuestos, como si fueran trabajadores de carne y hueso.

Sin embargo, lo malo no está en la tecnología. Lo pésimo de esta pauta estriba en no preverla, y, elaborar nuevas rutas para crear nuevos puestos de trabajo, de manera tal que el desempleo no cunda debido a la "creatividad" de algunos directivos.

De esta manera, en ese mundo tan global, nos encontramos con quienes deben pastorear el ganado, sin remedio, por las planicies de Kenia, por ejemplo, y aquellos cuyos ganados ya no se pastorean debido a la venida de la "revolución industrial" pero quedan desempleados por esa misma revolución emprendida años, muchos años atrás.

Asimismo, las ideas absurdas de la Beauvoir a mediados del siglo pasado sobre el sexo, sugiriendo que la naturaleza no puede definir al hombre o la mujer, privándoles de su libertad; más bien, el querer del hombre y de la mujer, no su naturaleza, deben elegir el sexo que bien les parezca.

Y nos encontramos con el triste espectáculo hoy, de mujeres concibiendo por medios tecnológicos, inhumanos, después de su edad fértil, sin siquiera haber contraído matrimonio, pues ya no se requiere de esta institución para procrear, tal como se dispuso desde el principio. Los avatares de estas decisiones son múltiples, y, los jóvenes dejan el matrimonio para después, y los viejos quieren tener derecho a los frutos de la unión conyugal sin haber tenido cónyuge.

Mientras, nos quedamos sin hijos, sin pensiones, sin trabajo, y con la guadaña de la muerte planificada de mil maneras y con mil nombres diferentes, pues el querer se impone al ser. Uno tiene el derecho a decidir "lo que sea". El complemento de la frase "derecho a decidir", qué, se deja en suspenso, para que la moda, las "organizaciones mundiales" sin respeto alguno por la integridad de la persona, el porque a mí me da la gana, cercenen la vida en sus comienzos y acaben con ella al ponerse el sol.

Desorden, división, guerras y vidas sin sentido, sin una visión de su fin trascendente, van llenando el vacío del este vacío conceptual, donde la verdad ya no importa como el único fin de la inteligencia.

Y sinceramente creemos que el vivir según los mandatos divinos recogidos en el Génesis nos conducirían a pastos más fértiles, donde la vida y la convivencia y el trabajo serían posibles.



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