Motivos para la alegría

Alégrense...porque su nombre está escrito en el reino de los cielos.

Para un cristiano, la simple lectura del Nuevo Testamento, es una fuente inagotable de sabiduría, de consejos prácticos dignos de imitar, y de alegría.

Hay muchos motivos para la alegría, pero el anunciado en este texto de arriba rebasa todas las expectativas posibles. El hombre, un ser racional con un limitado tiempo de vida, que no se ha dado el ser a sí mismo y, de alguna manera, ha concebido como algo real la posibilidad de trascender esta existencia terrena para gozar para siempre en una dimensión distinta de la presencia inmensa de un Ser que dentro de su plenitud tiene la bondad del amor como quilla para navegar en la eternidad sin cambio alguno, pues es la verdad  todo lo tiene y nada de lo que existe deja de tener su origen en su ser.

Como decía Ratzinger: tener  un libro que nunca se acaba ("la historia sin fin") donde cada página nos presenta una belleza inimaginable, más espléndida que la anterior y por debajo en su amor a la siguiente.

No podríamos desdeñar los hombres éste motivo de alegría, solamente por tener su origen en una inspiración religiosa. Deberíamos conculcarlo con firmeza, sí, en el caso de apoyarse en una base falsa. Ahora bien, aun en su pequeñez, la grandeza de estos seres llamados a la plenitud de su existencia es de tal calibre, que reafirma la existencia de un ser que nos llama continuamente a sí por encima de las limitaciones propias de la naturaleza humana.

Se trata de la "capacidad de visión beatifica" inserta en la naturaleza humana (por tanto, el hombre es capax Dei), y su concepción de lo divino y nuestra trascendencia nos vienen por ser "imagen de Dios". Casi nada. Dios permite, entonces, estas la intelección de estas realidades abiertas a su creador, algo distinto del concepto griego de "naturaleza" (fisis), cerrada en sí misma a las "influencias divinas".

Dejar fuera una idea por razón de su origen, equivale a introducir en las formas de pensar un estigma similar al de las intemperancias servidas para justificar el racismo: se deja fuera a alguien por no ser como uno.

Lo de siempre: se debe comprobar si la idea es verdad, y si lo que se dice se ajusta a la realidad. Lo demás, es lo de menos, especialmente, como les decía Pascal a sus amigos, tan embebidos en las probabilidades de ocurrencia de un evento: ¡¡No vaya a resultar que esa infinitésima probabilidad de ocurrencia, ocurra en la realidad!!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra