¿De veras se puede ser libre? ¿De qué?, ¿cómo?

La consecuencia primera de abolir la verdad es su substitución por otra cosa. Esto es así por lo siguiente.

La verdad no es un ser, no es una cosa. La verdad es una relación. ¿Relación entre qué? Entre una cosa real y una inteligencia conocedora. La inteligencia se apropia en abstracto de la imagen de un ser real y, de ahí, surge el conocimiento al engendrar un concepto referido a la esencia de la cosa, significada por un nombre.

En el tiempo actual, este proceso sigue funcionando de la misma manera que cuando apareció el hombre sobre la tierra. Solamente ha cambiado el concepto de verdad: ya no interesa.

La realidad se ha sustituido por un mundo de imágenes. Pero estas imágenes han sido producidas por el hombre, artificialmente. Las imágenes solían provenir en su mayoría de contemplación de la realidad. Hoy ya no hay tiempo para esas linduras. Lo importante es convertir al hombre en productor de imágenes.

La imagen, vista así, se produce, pero no a partir de la realidad real, sino derivada de la realidad virtual. Entonces, la verdad ya no sale a escena. La inteligencia se alimenta  de hechuras humanas, y todo se vuelve relativo.

Cada quien tiene sus "cadaunadas". Destruido queda así el concepto de "unidad", inseparablemente surgido de la verdad. Si cada uno se dicta a sí mismo  lo que le parece, entonces la realidad deja de ser el punto de referencia para el concepto. Éste se forja en la imaginación de un individuo, desentendido de lo real y ensimismado, es decir, "curvado" sobre sí mismo, sin apertura al "otro".

De aquí se sigue la dificultad de entrar en relación con los demás. ¿Para qué si mi mundo es lo único que cuenta? Y lo peor: se imposibilita de entrada el amor, la entrega al otro. Lo único buscado, dada esta situación, es "divertirse", es decir, oigo para no quedarme prisionero de mis visiones, siempre las mismas, y necesito el sobresalto de lo narrado por alguien distinto a mí, aunque no le dé a este relato valor alguno, excepto la distracción que pudiera suponer.

Dada la abundancia imágenes, cada vez con menos palabras, sin capacidad para el amor, no es de extrañar la demanda de "entretenimiento", con base circense en el "más difícil todavía". La pretensión de viajar a Marte, a sabiendas de no poder regresar a la Tierra, refleja esa ansia de diversión, de aventura única sin sentido. Sin apenas "palabras" para decir a "alguien", sin apenas la presencia de "otro" para el amor. Sin casi espacio para recorrer, sin que importe el tiempo.

El estilo de vida presente viene a ser una preparación para un viaje sideral sin retorno. La vida ya no forma parte de los planes del hombre, porque siempre hay algo más importante en la agenda diaria. Cuando la vida se ve como un fastidio, se elimina. Pero el futuro sin vida, raya en el absurdo. Se busca la vida en las galaxias, siempre distantes, y  no se crean aquí  las condiciones necesarias para que se dé. Por eso los encuentros entre los hombres son fugaces, se puede substituir al hombre por la mujer, y viceversa, y lo vital entonces se centra en el "sexo", un placer que, para alcanzar su plenitud, debe abrirse paso también en la educación de la niñez, y así, con "naturalidad" aprender cada día más de este entretenimiento, cuyo fin se ha reducido a la pura "diversión".

Arrancado el sentido de la vida, de las realidades centrales de nuestra existencia, el hombre trata de "hacerlo" de alguna manera. Tarea vana, pues el sentido sólo se puede recibir. Al cegar las "fuentes de la vida", todo se marchita y se seca, y ya nada se puede recibir.

Se pierde así la libertad, al desentenderse de la verdad. Y se desvanece el misterio en la soledad del egoísmo.















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