Se dice "dialogar" con el otro, no "doblegar" al otro


Potente portaaviones ruso, pasea por el Mediterráneo. 





Sobresaltos. El pan nuestro de cada día. Nunca ha habido una generación de gente tan "educada" en mil disciplinas, pero tampoco nunca se ha echado tanto de menos esa capacidad para obtener la concordia en las familias y entre los pueblos. Parece reinar la rebelión de los egoísmos.

Nadie se lo explica. Quizá la división reinante en tantas facetas de la vida se cuela por las rendijas que suele  dejar abiertas la soberbia. Vamos, ese salirse con la suya, faltaba más.

Vamos a estar aquí, en la tierra,  cuatro días, y no se enteran. Nadie se lleva a la tumba las conquistas producidas por la fuerza de la ambición. Pero se ensombrece el recuerdo con cada una de las querellas y el daño hecho a los demás. No son dignos de honra.

Tenemos suficientes años sobre la tierra para saber dónde está el bien y el mal. Y además tenemos una conciencia, cuyos "juicios" no se pueden desdeñar, a no ser que esa conciencia no esté "formada" rectamente.

Excusas no han de faltar nunca para deslindarse de las obligaciones propias del estado de cada quien. La razón, cuando la hay, convoca a la unidad. Pero la búsqueda de la verdad, que en el fondo es lo que a todos nos interesa, consiste en decir lo que las cosas son. Sabemos, en la tradición cristiana de dónde venimos y a dónde vamos. La vida, entonces, tiene sentido. Si las cosas han sido creadas por el único Ser capaz de continuar amando cada una de sus "creaturas", entonces podemos conocer a su creador a través de sus objetos. De esta manera se marca el objeto propio de nuestro intelecto.

Acerca de estas cosas, se puede, se debe dialogar. Al fin y al cabo todos hemos salido de las manos de Dios. También sabemos que Dios no se olvida de sus criaturas. Así, lo imposible para el hombre, creyente y no creyente, se resuelve en el orden de la gracia, un don divino que, lejos de arrinconar la naturaleza del hombre, la lleva a su creador.

En efecto, se distiende el encogimiento del espíritu al encontrar su razón de ser. Es una experiencia única, sin lugar para la confusión. Es cuestión de mantener siempre  una apertura, una rendija por donde se pueda colar la luz que permite ver los objetos tal como son, y al hombre en su relación con ellos.

Dios sí quiere; sólo hace falta que nosotros queramos. Y estos deseos, alentados por uno o recibidos, es lo mismo, nunca se dan en vano. Es decir, a Dios no se le escapa nada de las manos, y mucho menos alguien. 

Se requiere dar a los demás, la misma libertad que Dios nos ha dado a cada uno. Y tratar de entender a partir de ese Ser, creador, inteligencia infinita, lo que supone ser "seres", "creados", y con inteligencias donde quepa todavía la esperanza porque se cree no algo, sino a alguien, que es verdadero y bueno.






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