Moral: un árbol que da moras. El caso Argenta







Estamos de nuevo ante una narración insólita. Un infiel a su mujer declarado, seductor de cuantas estudiantes  se dejaban, ahora casi es declarado mártir de la causa española porque, además, se confesaba "republicano" en "mitad del baldío franquista", según el periodista que cubre la nota. ¡Casi nada!

Murió junto a una de sus estudiantes, una francesa, en el garaje de su casa de campo, por inhalación del anhídrido carbónico de su automóvil, con la esperanza de calentarse del frío de aquella noche, antes de rematar su faena "donjuanesca". Por lo menos, esta es la mueva narración,  (¿mítica?) de la escritora Ana Arambarri.

El tabú no se entierra; quizá se sustituye por otro. Así le podríamos decir a Ruiz Montilla, escritor y periodista, autor del artículo donde reporta de los inconmensurables méritos como director de orquesta Ataúlfo Argenta,  negados por nadie, muerto en el mes de enero de 1958, a los 44 años.

Ahora resulta que los héroes, dignos de encomio,  se exponen a la consideración pública, para que la "chiquillada" en una "noche fría", tal como llama el citado periodista a la infidelidad matrimonial,  se exculpe de una vez por todas y deje de rondar el tabú sobre su muerte.

En efecto, vivimos un tiempo en donde los patos les tiran a las escopetas. Lo que era blanco ya no lo es tanto, por mil razones. El "nacionalcatolicismo" es, el fondo, el culpable de toda la trama. El señor Argenta, listo para dar el salto a los mejores escenarios del mundo, fue la víctima de una conspiración sostenida por  quienes no eran "eminentes" contra él único digno de ser considerado en aquellos tiempos, el señor Argenta.

No se trata de juzgar a nadie, pero inspira lástima como la pluma de algunos se pone al servicio de la trapisonda y no de los hechos, con el fin de "redimir cautivos" como un buen fraile "mercedario" moderno. Como quiera que se mire, la infidelidad matrimonial no es una "chiquillada".






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