Para llegar a la cumbre: ¿humildad?

Me subí a los hombros de los gigantes, y alcancé a ver más allá que quienes me precedieron y más lejos.

Esta frase, con más o menos precisión se ha adjudicado a muchos en la historia, a Isaac Newton incluso, pero su origen queda mucho más atrás, en la "oscura" (para los ingleses) Edad Media. Ahí nos encontramos con la figura de Bernardo de Chartres,  del siglo  XII.


"Decía Bernardo de Chartres que somos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no porque la agudeza de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque somos levantados por su gran altura". (Wikipedia).

Hoy se desconoce casi por completo el valor de la única virtud para prosperar en la vida. Se trata de la humildad. El nombre de las dos virtudes siguientes en importancia es humildad y humildad. Sólo el que se siente pequeño ve necesario subirse a las espaldas de los grandes, o a los brazos de su madre, para desde ahí dominar todo.

En el conocimiento de la realidad, se precisa que lo mayor esté en lo mínimo. Todo nos rebasa en este ejercicio intelectual, pero la humildad  permite ver las cosas como son. La labor de "búsqueda" puede ser ardua, pero se llega al hallazgo, a veces insólito, más allá de los pensamientos.

Subirse a los hombros de los gigantes. Cuantas veces se trata de sobresalir a costa de decir cuatro cosas con fuerza, pero la verdadera fuerza sólo viene de la humildad. Esto es así porque para perseverar en la búsqueda de la verdad ---y en eso consiste la humildad---, se requiere caminar con fe, aunque ni siquiera se vislumbre el final, sin hacer alardes de sabelotodo.

Entonces, para subirse en los hombros de los gigantes de la fe, se precisa del deseo al menos  de "querer ver" y asombrarse de lo descubierto por otros. Desde el rasero de la incredulidad, ese no querer creer, hozando las huellas y detritus dejados por otros, no se descubre la manera de conseguir una vida feliz.

Por supuesto, el mundo está lleno de amenazas de todo tipo, pero desde la tribuna del barrizal donde deambulan los hacedores de columnas de periódicos y revistas, de televisión y radio, sin el mínimo conocimiento de los principios de la fe criticada.

Eso sí, tienen mucho cuidado de no tocar los callos del Islam, de judíos, de todos esos grupos de nuevo cuño sexual cuyos entresijos sólo ellos conocen, pero no hay un solo editorial capaz de defender los valores de la fe católica, de la que se apartan como si se tratara de un apestado.

La falta de sinceridad en los negocios de escribir para los demás, da al traste con al profesión. La falta de valores cristianos en las actividades ordinarias de cada día, es la única causa de todos los lamentos que a diario llenan los media: la corrupción en la política y en la empresa, el crimen y la droga, el abuso de menores y de mayores, la falta de fidelidad en las relaciones familiares, la holgazanería y el vicio en playas y lugares de descanso ansiado pro tantos, todo ello forma parte de esa lacra malquista, pero que tiene su fundamento en al falta de valores cristianos en la familia, en la escuela privada y pública, en las relaciones amañadas en todos los niveles.

Siempre es lo mismo: la mentira como moneda de cambio para conseguir un bien aparente. Y todos sabemos quien es el rey de la mentira. Pregunten, en el caso de que no sepan.







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