Tiempos convulsos. ¿Qué será, será?

La Pascua inicia y sigue su curso. El portaaviones estadounidense Carl Vinson se acerca a Corea del Norte y ya tiene un submarino con misiles en el puerto de Busan, Corea del Sur. Corea del Norte realiza ejercicios con fuego real para celebrar el 85 aniversario del ejército. El Mediterráneo se convierte en un teatro de operaciones de la VI flota americana, lista para alcanzar incluso las madrigueras de guerrilleros en Afganistán. Rusia espera mientras para mover ficha con sus aliados de Irán y Siria.

El movimiento de estas naciones nace de su fin, una causa externa, que les empuja a dominar o destruir al otro. Estas sociedades imperfectas carecen de vida propia,  en cierto sentido, pues es  de la "vida interior" de donde podría nacer el movimiento verdadero capaz de dar un paso encaminado a sentir con el otro, a vivir la "unidad" con los demás como integrantes de una sola familia humana.

Bastaría un golpe de soberbia o de miedo ante una amenaza para iniciar el colapso de todos los actores de esta contienda estratégica. Hoy en día, quien controlase el mar, controlaría el desarrollo de la guerra. De ahí el apresuramiento de China para construir su portaaviones, el Shandong, ya en ciernes para 2020, tras su reciente botadura inaugural. Estos portaaviones, con un giro gradual pueden alcanzar con sus misiles cualquier objetivo enemigo a más de 10 mil kilómetros de distancia, y mandar una flota aérea de setenta aviones para machacar cualquier punto, sin contar con una invasión por tierra con sus cerca de mil cadetes.

Estados Unidos, China, Rusia. Estamos barajando aquí las grandes potencias del mundo. Si bien, parecen enredadas con los caprichos de potencias menores. Irán, desestabiliza Oriente Medio con Israel incluido; China tiene en Corea del Norte un aliado que trastoca el orden del Pacífico y amenaza con pruebas nucleares la región; Estados Unidos guarda una tensa calma con Rusia, siempre al acecho y dispuesta a intervenir en el orden europeo para sus propios fines.

Mientras, el hambre, la guerra, la enfermedad  y la rapiña no dejan que África levante la cabeza para erguirse y empezar a ordenar su entorno. La corrupción hiede en todo el mundo.

El hombre, con todos los adelantos de la tecnología, con el dominio de las finanzas, con el control de la salud, no está satisfecho con los logros obtenidos. Se nota en su decir no a la vida. En cualquier momento puede saltar el mundo por los aires. Se ha sacado de en medio al creador del mundo y operar como si Dios no existiera o sin importarle que exista.

El hombre sólo se explica a partir de Dios, y ahora ha quedado fuera de la ecuación. Nada parece detener al hombre en su camino hacia la propia destrucción.

Sólo quienes tienen fe colaboran para retrasar el momento a partir del cual, se desencadenaría la hecatombe. Como en los tiempos de Abraham, en su regateo con el Señor, va supeditando el castigo a la presencia de cincuenta, de cuarenta y cinco, de cuarenta,  de treinta, de veinte, de diez justos, pues "era grande el clamor ante el Señor de sus habitantes".

Entonces, debe haber al menos diez justos en estos tiempos que nos toca vivir, donde también hoy es grande el "clamor" debido al atentar directamente contra la hechuras directas de Dios: la familia, la perversión que supone el invertir las tendencias naturales del sexo, y el atentar contra el don de la vida por medio del aborto y la eutanasia y la manipulación de embriones humanos. Sin contar la destrucción de la naturaleza en tantas partes de esta planeta.

En efecto, todo parece depender de un hilo. La estupidez y la maldad humanas han llegado a lo más alto de la historia. Pero, menos mal, el mundo no se sale nunca de las manos de Dios. Y la Pascua sigue su curso.















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