La igualdad, según la señora Fernández de la Vega, mejora la vida



Retablo esculpido por Pedro Roldán en el Hospital de la Caridad de Sevilla.




La vicepresidenta del gobierno español de 2004 a 2010, la señora Fernandez de la Vega, tiene todavía sus puntadas redentoras, a partir de su ideología de  comunista de siempre: "la  igualdad mejora la vida", se atreve a decir.

Está bien. Pero, si esto se lograra,  el aburrimiento sería inmenso, después de forzar a las personas, cada una distinta por nacimiento y luego  por elección, a caminar por esas sendas de "igualdad". También el odio y el miedo se colarían por las tardes marchitas donde nadie se fiaría de ningún otro.

Además, no sé cómo se compagina la "diversidad" tan manida por los "progres", con esa pretendida "igualdad", en primer lugar. Luego, no sé tampoco cómo la "igualdad" per se  puede producir mejoras de ningún tipo. No se sugiere siquiera una avenida, un sendero por donde transitar, con el que se pueda acrecentar la riqueza un mínimo para después repartirla equitativamente.

Y que no venga a decirnos la la ex-vicepresidenta de las relaciones de su "materialismo" con la "espiritualidad". La igualdad es una noción concebida (en su caso, por alguien más) a partir de la materia, La diversidad sí se relaciona con el espíritu: no hay dos iguales, y se aparta de las sendas del capricho personal, raíz de tantos desvaríos en la vida.

Así es. Igualdad no es sinónimo de equidad, señora, enjuta como pocas. La equidad se logra al dar a la justicia su lugar, pues ella distribuye según corresponde a cada quien. A cada quien lo suyo. Pero la igualdad, lejos de considerar a cada persona en su valía como tal, barre  la justicia debajo de la alfombra, y pretender surtir con la cómoda cuchara de palo a quien alcance. Y como esta justicia rala no sabe de atesorar, resulta que apenas alcanza el reparto para unos pocos, que suelen ser "el repartidor y sus amigos". Al final de esta llamada "revolución" hay más desigualdad que al principio, como puede verse en todos los regímenes comunistas, socialistas con o sin república de por medio, o como se les quiera llamar.

Ilustra este modo de la equidad, el caso de Venezuela. Un país agradable de visitar y de convivir con sus gentes, se encuentra sumido en la miseria y en el preludio de una guerra civil. Es el paradigma, además, de los fundadores de ese partido español que no puede pronunciar la jota (Podemos), entre quienes se encuentra su ideólogo y presidente Pablo Iglesias.

Lo triste de este escenario es ver como los ciudadanos lo compran como "pan caliente", un pan hecho de odios, desencuentros y promesas vanas.

Como decía Unamuno, Miguel: "Me duele España". Y es que, por encima de la justicia, se sitúa la caridad, el peldaño más revelador del hombre que tiene coraje.



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