Escuchar, esforzarse por comprender al otro


No ha pasado mucho tiempo desde que Moisés recibe las tablas de la Ley escritas en piedra en el monte Sinaí. Se calcula por san Jerónimo en el año de 1592 a.C., pero la tradición judía los sitúa entre 1391 a.C. y 1271a.C.

"Escucha", es la primera llamada de la voz de  Dios a su pueblo de Israel por medio de Moisés. Escucha porque es Dios quien te habla. Por supuesto, el discurso divino es de vital importancia, y de hecho, sus mandamientos no han prescrito hasta el día de hoy. Pero lo esencial es que es Dios mismo quien se dirige al hombre para que conociera de modo directo el camino de la salvación.

También el las relaciones entre los hombres se  debería ejercitar la "escucha".  Es decir, desentenderse de todo porque quien te está hablando merece toda tu atención. Por supuesto, obrar así requiere de un esfuerzo personal sin excusa alguna. Es tu otro yo quien te habla y bajo ningún pretexto se puede eludir esta respuesta.

De la misma manera que una madre presta su atención cada vez que su niño recién nacido la llama por medio de balbuceos ininteligibles. Esto no es lo importante, pues el entender los sonidos aunque no se parezcan al lenguaje de los mayores, es una llamada íntima de alguien cuya voz sabes que te necesita. Entonces, el Dios dueño de todas las cosas requiere de nuestra atención, y llama a cada uno por su propio nombre, aun en medio de las tareas más absorbentes.

No podemos escondernos con la excusa de mil tareas pendientes de realización, como hizo Adán cuando su Creador le llama. Era la señal de que había incumplido lo que Dios le había ordenado: no comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal.

¿Cómo podemos desoír a quien todo le debemos, desde el ser hasta cada una de las cosas que poseemos? Nuestra vida depende de su querer,  deberíamos aprovechar cada una de nuestras acciones para acomodarlas no a nuestro deseo, por bueno que sea, sino a su voluntad. Lo demás es lo de menos, no tiene sentido alguno. Se le ha dicho al hombre, claramente: No tendrás otros dioses, más que a mí.

Para eso son los Mandamientos: son el camino para arcarnos a Dios, o para evitar alejarnos de su lado. De ahí la fuerza de la palabra del comienzo: "Escucha".







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