El mejor lugar para vivir la Semana Santa

Cruz y Pascua, en ese orden

Sin duda alguna, el mejor lugar no se relaciona con vistas, procesiones o lugares de recreo. El mejor lugar se encuentra en uno mismo. Siento decepcionar a quienes quizá pensaban en un lugar exótico de los muchos existentes en el mundo. Pero, no. El lugar por excelencia está en lo interior de cada quien.

¿Por qué? Porque sólo ahí se da, fundamentalmente, el debido recogimiento, el silencio oportuno para dialogar con Dios.

El ruido, de cualquier tipo, capta o interfiere con un diálogo silencioso, sin ruido de palabras, donde el interlocutor divino habla, si quiere, al corazón del hombre. Es el amor que pasa delicadamente por la intimidad y llama, sugiere o, simplemente, guarda silencio, como ocurre entre dos enamorados. No a base de decir se llega más lejos.

A veces, puede sugerir algo concreto para realizar porque a él le gusta; otras, nosotros podríamos pedir alguna aclaración o ayuda en algún asunto concreto; si se obtiene o no, diría, es lo de menos. Él sabe más lo que nos conviene y siempre desea nuestro bien.

Esta semana se presta de manera especial para acompañarle en los duros momentos previos a la Pasión, un sufrimiento indecible pero que nos trajo la salvación, condenaos como estábamos a no salir del abismo donde habíamos caído por nuestros pecados, el original heredado, y los cometidos deliberadamente. 

Pasar toda una eternidad sin Dios, con quien nos quiere con toda su alma, es el mayor de los castigos posibles, inimaginable. Por eso, al contemplar en silencio los tormentos que todo un Dios, por amor, quiso padecer por cada uno, nos puede llevar a pedir perdón de nuestras ofensas. Y podríamos salir de esta Semana con la alegría de haber resucitado junto con él.

Quizá esta es la alegría de experimentar en la intimidad, una verdad que llena de sentido a estos días, víspera de la mayor fiesta del año: la Pascua de Resurrección. Sin olvidar, claro está, que esa gran fiesta debe pasar necesariamente por la Cruz.