Semana...¿santa?


"Semana santa" es un concepto con dos términos; mientras el primer término no ofrece ninguna dificultad, el segundo sería un pozo de controversias.

La razón es simple: el término "semana" alude al tiempo; sin embargo, el término "santa" implica la eternidad. Por eso, aun sin percatarse de ello, tienen razón, en parte, quienes se niegan a unir ambos vocablos. Ahora bien, se puede  considerar el concepto de otra manera, concibiendo la "semana" en su aspecto temporal como medio  para alcanzar la santidad. Entonces, visto así, tiene sentido la unidad de ambos términos.

Un ejemplo de este segundo aspecto, lo encontraremos en las lecturas de la liturgia de esta Semana santa. Justo en el momento cuando Dimas, el llamado "buen ladrón", ruega a Jesucristo en la cruz, que se acuerde de él cuando esté en su reino. El "buen ladrón", también crucificado, recibe la respuesta que cada uno de nosotros le gustaría escuchar: "Hoy serás conmigo en el Paraíso". Ni más, ni menos.

Justo en ese momento, en el hoy, se unen lo temporal y lo eterno. Sólo Dios puede hacer tal cosa. Es el primer santo canonizado por Dios mismo. Esta cita, nos enseña de una manera plástica, que el camino a la santidad, pasa por la cruz. Dicho de otra manera: sin cruz, no hay cielo.

Por otro lado, aprendemos que no hay vida, por miserable que fuera, que impida la entrada a la felicidad eterna. Un arrepentimiento sincero, traspasa los muros más sólidos y nos saca de las profundidades más abismales, de donde nadie podría haber salido.

Todos las herejías de la historia de la Iglesia,  tienen en su seno una carencia de virtud, un vicio fundamental. Por ejemplo, el "pelagianismo", (s. V) pretendía salvar al hombre sin la ayuda de la gracia, o, dicho de otra manera, el bien obrar es consecuencia del querer de la voluntad y del ascetismo.  El hombre, así visto, es un ser que navega en solitario, sin la ayuda de nadie: es autosuficiente. La soberbia, entonces, escondida en esta forma de pensar, formaría parte de esa herejía. 

Es decir, esta actitud autosuficiente, contraria a la del "buen ladrón", impide  pedir pedir clemencia, que a nadie se niega. Es la semilla de la autosuficiencia plasmada en la idea de "la fe basta", sin que las obras importen (s. XVI). 

Así pues, quien durante la Semana Santa lo tiene todo a su alcance, toda la diversión y el disfrute apetecidos, se queda anclado en un mundo de seguridad alcanzada mediante el esfuerzo personal, pero se olvida, porque no lo necesita, el camino de la santidad, que sólo Dios puede dar.

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