A quienes ostentan el poder en el mundo: el poder es algo recibido

El juicio final (Capilla Sixtina), Miguel  Ángel (1537-1541).

"No tendrías poder si no te fuere dado desde arriba", contesta Jesús a Pilato cuando alardea de su poder. Esta sentencia fue dicha en los ya casi momentos últimos de Jesús en la tierra. Por supuesto, esta frase le hizo pensar al Procurador romano, pero éste se salió con la suya dejando cumplir a los representantes de los judíos su deseo de condenarle a muerte. 

Pues bien, ¿qué ocurriría si la verdad de esta sentencia se les recordara hoy a quienes gobiernan las naciones? Si se nos ocurre ir con el más poderoso de los mandatarios del globo, veríamos su indiferencia ante tal anuncio: él, Biden, quien se confiesa seguidor de Jesucristo, aboga por el aborto, los "trans", y la eutanasia; además, se rodea de quienes proponen financiar  crímenes contra la vida y la dignidad humana.

En general, hay un silencio de Dios en los ambientes del poder. La economía y el capricho personal han desplazado a todo lo intangible. No ven siquiera ni lo que tienen delante de los ojos. Los reyes de la Baja Edad Media, en sus camino hacia la monarquía absoluta, libre de fueros, reconocían la diferencia entre el poder material y espiritual, y cedían, por regla general, a la autoridad de la Iglesia en los círculos más allá de lo terrenal. Hoy, desafortunadamente, no ocurre así. Por doquiera se persiguen impunemente a quienes trabajan en las cuestiones relacionadas con la fe y las creencias. No hablo sólo de los países asiáticos y africanos, sino en los mismos Estados Unidos, por ejemplo, no se deja en paz para cumplir sus funciones en hospitales y  centros de asistencia a monjitas católicas que se niegan a proporcionar anticonceptivos o la eutanasia a los pacientes terminales.

Hoy como ayer, los mandatarios, oirían la  verdad del rendir cuentas del poder recibido y esbozarían esa sonrisa a lo Biden, cuyo cinismo no la hace apta  las fotografías, pues queda fijada para siempre.