Parece que no habrá este año tampoco "encierro" de toros en Pamplona




Las fiestas de san Fermín, nueve días de fiesta en medio de las calles de Pamplona, se celebran durante todo el día y toda la noche. No hay descanso. Las diferentes bandas de música recorren la ciudad y a ellas se unen bailando y cantando quienes tienen honor y fuerzas para seguirlas. Los visitantes se cuentan por cientos de miles, casi el millón cada año, y cuando caen exhaustos, se echan a dormir en cualquier banca, si no tienen hospedaje. A estas fiestas se las denomina "Sanfermines", y lo más típico de ellas son los "encierros".


Los encierros de los Sanfermines tienen dos puntos de vista: el del quien los vive corriendo delante de los toros de más de 500 kilos de peso, una manada de seis morlacos de una ganadería afamada, más dos de repuesto por si algo ocurre en el transcurso de la carrera, o a la hora de la lidia en la corrida de toros, con toreros de primera línea, a la tarde; a estos toros bravos, les acompañan siempre tres o cuatro "mansos"
, bueyes, castrados, cada uno con su cencerro,  a cuyo sonido obedecen los toros. La otra versión de los encierros se da por quienes los ven de paso por las calles de la ciudad o a través de televisión, en alguna parte del mundo, pues, estas fiestas se transmiten a todas las partes del planeta. De cualquier manera, estas fiestas del 7 de julio, ofrecen un espectáculo único.

Tomando las debidas precauciones, se participa corriendo a partir de  los 16 años,   no por obligación sino porque otros amigos ya lo han hecho, y uno a esa edad no se puede quedar atrás. Gran emoción. Nadie puede recorrer el trayecto entero en la calle vallada con troncos de madera, un recorrido de unos 800 metros aproximadamente. Elegido el tramo a recorrer, casi al principio de la calle Estafeta, se oyen los cohetes anunciando la salida de los toros del corral. Pasan los segundos, y  se empiezan a mover los participantes,  a paso rápido al comenzar, y, en seguida, los gritos de los espectadores encaramados en los balcones de sus casas, y los empellones de quienes participan en el encierro, sacan a los corredores de un paso veloz a la carrera, siempre limitada por los apretujones de los de al lado.

La carrera desemboca en la plaza de toros, llena de público, aunque sean las ocho de la mañana y unos cuantos minutos. Luego, a comer churros con chocolate caliente en alguna de las tantas cafeterías  bares de la ciudad. Y a dormir para estar listo para el día siguiente, gracias a San Fermín, patrono de Pamplona y de la fiesta, uno de los primeros bautizados por san Saturnino, y llegó a ser el primer obispo de la ciudad, en el siglo III. A este santo se encomiendan quienes cada mañana van a correr en el "encierro" delante de los toros.

Habrá que rezarle también a san Fermín para que la pandemia no impida tampoco este año la tradicional celebración.


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