Lo que está quieto se oxida: de ahí la bondad del trabajo





Por una parte estamos viviendo un tiempo de agitación en lo externo y también en lo interno, y resulta frecuente escuchar: "No me queda tiempo para nada". Obviamente, el problema aquí es de orden. Conviene, entonces, irse haciendo un poco "señor del tiempo", de manera especial cuando más nos oprima su carencia. Por mucho que estiremos la dimensión temporal, nunca conseguiremos alargar siquiera un segundo  a las horas del día. Así, pues, sólo nos queda poner cada actividad en su lugar, y, los pendientes --siempre quedará alguno--, dejarlos para otro día.

Lo que no podemos es pasar buena parte de nuestra vida, quejándonos de la "falta de tiempo". Al final, porque hay final, cada quien dará cuenta de sus logros en ese tiempo  concedido.

Pero además de este problema de orden, surge el de la "pérdida de tiempo". Consiste en la falta de conciencia del transcurso del tiempo. Al fin y al cabo, nada me obliga a hacer ésto ahora y aquéllo más adelante. No hay horario porque levantarse y acotarse, para empezar, no forma parte de las inquietudes el día. Los programas de televisión y las "redes sociales" llenan el tiempo. En este caso se deberían tener actividades para llenar el tiempo. Siempre hay personas necesitadas de ayuda, o asociaciones o empresas de carácter social con las que colaborar para sacarlas adelante. Es decir, el problema en este caso, consiste en preocuparse de los demás para así "llenar el tiempo".

Este tiempo de "pandemia",  es una buena ocasión para tratar de remediar en lo posible estos vacíos de actividad, al pensar que, al fin y al cabo, uno ya ha ha hecho en esta vida lo debido en su actividad social o profesional. Ese "dulce hacer nada", como dice el dicho italiano, no se aplica a ninguna edad, a no ser que se esté impedido por alguna razón.

Realizar todo lo anterior, sí, pero sin perder los tiempos necesarios programados para el "descanso", y sin perder la alegría, porque el "hombre está hecho para trabajar": es la clave de la felicidad, pues "lo que está quieto se oxida".

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