Escuchar el arte y el arte de escuchar


Escuchar el arte.



Llevamos ya un año entre muerte y vacunas. Muchas personas de todo el mundo han estado confinadas largo tiempo, y esperan el momento de fiesta. Es llamativo la reducción del elemento religioso en muchas ciudades y aldeas. Los lazos sociales se han restringido a intercambios en las redes sociales. El arte de escuchar se disuelve y, así, lo propiamente humano, el contacto con los demás y la práctica de las creencias religiosas, han quedado postergadas a un mañana incierto. Ya no se escucha el arte.

El ambiente se parece de alguna manera, al de la llamada plenitud de los tiempos, en la época de Augusto, cuando nació Jesucristo. Hay diferencias, sin embargo. El idioma más generalizado era , el griego, koiné, si bien con latinajos incorporados en su haber, algo así como ocurre con el inglés hoy en día. Esto permitía entenderse tanto en Oriente y Occidente del Imperio romano, y, a san Pablo y los primeros cristianos, escribir y entenderse con las diferentes culturas. Asimismo, los caminos romanos iban de una a otra parte del Imperio y los desplazamientos e facilitaban a todo el mundo; algo así como ocurre en las rutas por tierra actuales, sin los inconvenientes de las fronteras. En lo referente a las prácticas religiosas se daba un especie de ateísmo generalizado, aunque se conservaban parte de las creencias familiares venidas de antaño pero envueltas en grandes supersticiones; sin ser lo mismo, hoy tenemos la presencia de rituales y esoterismos sin grandes manifestaciones externas, y a la hora de la necesidad se recurre a estas creencias para relacionarse con la divinidad, sin mucho fundamento.

Esta facilidad de movimientos, de comunicación, de creencias sin grandes vínculos debido al relativismo reinante, es una gran oportunidad para una nueva evangelización. La gente ha oído hablar del cristianismo prácticamente en todos los rincones de la tierra, pero se necesita que su semilla arraigue en los corazones. No es, desde luego, tarea fácil. Hoy como ayer, hay muchos que "dicen y no hacen lo que predican".   Quizá este sea uno de los principales escollos para la propagación de la fe 

Más que una cuestión de idioma, se trata de predicar con el ejemplo. Los políticos hablan el mismo idioma pero lo usan para insultarse y, muchas veces, mentir. Se necesita despertar, en un mundo lleno de información, contar algo digno de ser contado, mirabile dictu, nos diría Virgilio en su Eneida. Cuando se habla así, se escucha. Luego,  viene el cariño por quien lo dice. Esos serían los componentes primordiales para una nueva evangelización, en un mundo donde nadie, o muy pocos,  escuchan.

Hay que meterse en las faenas de a diario, donde están nuestros semejantes, y desde ahí enseñar en el "bienhacer"  la alegría  y el valor de la amistad, en un mundo donde las relaciones parecen perderse en el espacio de las redes sociales

Las vacunas para la pandemia, son necesarias, pero no suficientes para llegar a buen puerto en una relación


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