Si nos roban la eternidad, la libertad deja de tener sentido





Medir el tiempo: tarea casi imposible. Por ejemplo, un segundo sería, desde 1967: 

La duración de 9.192.631.770 periodos de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133, a nivel del mar (con campo magnético cero).







Resulta interesante releer de vez en cuando la forma de comenzar la historia del hombre. Dotado de gran talento y dominio, vino a tropezarse, sin embargo, con el distintivo mayor de su persona: la libertad. ¡Ojalá se pudiera explicar esto!

Si miramos un momento el fin del hombre, podríamos decir: el que se salva es porque quiere, y también el que se condena. No hay punto medio. A la memoria me viene lo ya tantas veces mencionado de la visita de Tomás de Aquino al castillo de  Roccasecca y la pregunta de su hermana: ¿Qué hace falta para salvarse? Ella no quería desaprovechar la presencia en casa del gran teólogo para asegurar la verdad más importante para el hombre.

Es  la pregunta vital. De la verdad de  la respuesta, depende la suerte eterna. Ante el cuestionamiento, Tomás se detuvo un momento en sus cábalas, pensó sobre las implicaciones de la pregunta de su hermana, y le contestó con una sola palabra: "Querer". Pero, como veremos, en la esencia de este querer se encierra el "tiempo"; por eso se convierte en un querer sostenido

Toda la Teología sobre el fin del hombre, se encierra en un único concepto cuya esencia es la libertad. Sólo queriendo se puede ser libre. Y sólo el que ama quiere de veras.

Cuando leemos la creación desde el principio, no deja de sorprendernos ver al hombre como el único ser donado con el regalo de la libertad. El sentido de la libertad no reside en una única apuesta, sino en la esperanza de una vida eterna, es decir, en sucesivas apuestas (mientras haya tiempo), de cuyo resultado depende el llegar a ese fin.

Por eso, el concepto de libertad se destruye cuando se silencia la eternidad. Eso ocurre al desentenderse del futuro y vivir en un "presente" continuo hechizo, tomando decisiones a capricho, según convenga, cambiando la eternidad por un plato de lentejas. Al vivir así, en ese "presente continuo" se quiere convertir la vida en la fuente de la eterna juventud. Pero el tiempo pasa, sin dar lugar a la esperanza. Nada se espera porque sólo se apetece satisfacer la urgencia del ahora, y con la falta de futuro tampoco  hace falta la fe: todo lo apetecible lo tenemos delante ahora.

Es un intento del querer "ser como dioses", tal como la serpiente diabólica  le propone a la primera pareja humana. No hace falta Dios si todo se resuelve en un presente; no hay en quién creer ni en qué esperar. Sólo queda el amor de uno a sí mismo, que reclama satisfacer las apetencias del momento. Se destruye además, a base de pensar sólo en sí mismo, la dimensión social del hombre y la noción vital de compromiso.

En fin, si queremos ahondar en los sucesos de la vida actual, nos encontraremos enseguida con ese vacío de eternidad en la formación de los jóvenes, ansiosos como están de agotar el presente, sin más, sin lugar para el amor.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra