La pedagogía del amor consiste en hacer al hombre más persona



El rostro, y dentro de él la mirada, lo dice todo; es decir, si el amor es posible. (Aunque la mona se vista de seda...).




Nunca hombre alguno ha logrado  vislumbrar, ni siquiera en sueños, la posibilidad de alcanzar los límites del universo material.Tampoco los científicos, ayudados de sus poderosas lentes, pueden traspasar lo ilimitado de los espacios. Ni saben de su origen, si tampoco del final.

Y el hombre es algo más que el universo (algo más que materia), pero no puede con él. Luego debe haber alguien inmaterial (no algo, pues ello caería en el dominio de lo material), superior al hombre, capaz de haberle dado origen y llegar a los extremos de la tierra y a lo más recóndito del hombre, pues su compuesto de materia y espíritu no es suficiente para explicar su dependencia. 

Sin embargo,  darse cuenta de esas cosas, de las limitaciones y de su dependencia, da al hombre una superioridad debida precisamente a su componente espiritual. Barrunta, pero no sabe con una certeza absoluta.

Parecería ahora que el mundo se está hundiendo. La plaza de san Marcos en Venecia, anegada por el brusco incremento del nivel del mar y una lluvia torrencial. Fenómenos similares se dan en otras partes del mundo. Se une a  ésto las manifestaciones ruidosas de los hombres, vociferando a todas horas, metidos a fondo en mostrar su enfado con signos fuertes de violencia, incapaces de vivir en paz.

Ahora resulta que si usted no está de acuerdo con algo, se pone una máscara, sale a la calle, organiza un lío  y paraliza el tránsito o la ciudad o la frontera; pero  se colma el vaso cuando las cámaras de los media acuden al reclamo del jaleo como las moscas a la miel: ¡por fin el planeta entero se va a enterar de nuestro enfado!

Esto ha venido a ser la llamada democracia. ¡Si Platón, Aristóteles, Sócrates, levantaran la cabeza volverían a su lugar llenos de vergüenza!

El capricho ha sustituido a la norma; el insulto al diálogo, y el bien común se ha convertido en una frase hecha, en el menos común de los bienes, una idea de ayer,  caduca, apta sólo para algún libro viejo de Ética de escuelas confesionales.

Un mundo creado de belleza sin igual, donde todos caben y pueden vivir, no cesan los violentos de agrietarlo y afearlo con sucias costumbres poco aptas para enseñar  a vivir como miembros de una sociedad.

¿Qué está fallando entonces? Sabemos de qué adolece el hombre y de qué se requiere para su comportamiento como persona. Esto no es un descubrimiento nuevo de la pedagogía: ya se sabe desde el principio. Los esposos dentro del matrimonio deben amarse y respetarse para siempre, y educar a los hijos en las buenas costumbres, en el amor a los padres y al prójimo y en el trabajo orientado al bien común. Pero ahora, con tanto adelanto, cada quien hace de su capa un sayo. Si todo es "relativo"por tanto, nada vale la pena de enseñarse a los hijos si los padres no creen en ello;  ni tampoco aprender, pues resultaría en añadir una más al  incontable el número"opiniones". 

De esta manera los niños aprenden de los padres a no aprender. La escuela se convierte en un pasatiempo, en una pasión inútil. Los maestros no exigen en lo que es "indeterminado". Al fin y al cabo hay  muchos carriles para navegar por la vida, y cada quien elige el suyo. La libertad, por tanto, no consiste en optar por el bien (o por uno de ellos), sino en elegir por capricho, por moda, porque se lleva...

La persona va en declive, y con ella el amor. Aparecen los superhombres, modelos para los más jóvenes, los "avatar", seres tan extraños como las ocurrencias sociales intercambiadas en las redes.  

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