La medalla milagrosa: una historia de amor







Hoy se celebra en la Iglesia la memoria de la Medalla Milagrosa.

En realidad, todas las historias de la Virgen María son historias de amor.

Pero es a partir de 1830, con los mensajes de las apariciones de la Medalla Milagrosa en la capilla de unas monjas en la rue du Bac de París, es cuando el papa Pío XII llamó a nuestro tiempo como "la era de la Virgen" debido a las frecuentes manifestaciones de María.

En una de sus apariciones en Schio, Italia, en 1986, María deja claro a Renato Baron el propósito de sus vistas: "Me aparezco en todas las partes del mundo para cambiar el mundo, borrar el pecado con el que los hombres han preparado la destrucción del mundo".
Y en el mismo país, pero en otro lugar, casi en las mismas fechas, María le dice a una niña R. de once años: "Queridos hijos, os invito hoy a todos a ser santos".

Su amor materno lo manifiesta de nuevo al decir a la misma niña: "Amo vuestro corazón enfermo. Amo el color oscuro de vuestra alma. Os amo porque sois mis hijos".

Esta manera de expresarse nos recuerda el momento cuando en las bodas de Caná, María descubre que en plena fiesta se había acabado el vino. Sin pensarlo dos veces, va junto a su hijo con toda su autoridad de madre, y le cuenta de la carencia. Sabe de la importancia del vino para los invitados a una fiesta de esponsales; sin duda, éstos planeaban pasar en Caná algunos días y la fiesta debía continuar. "No tienen vino", ---así le dice a Jesús. Y a pesar de su aparente reticencia, ordena a los sirvientes ponerse a las órdenes de su hijo.

Sin duda, el mundo está en "peligro" ante las grandes amenazas contra la vida, contra la familia. Pero interesa más darse cuenta de la necesidad de la colaboración de los hombres para salir de este cerco de violencia y muerte. Para ello el "hombre" debe volver a encontrar el fin para el que ha sido creado.

El Papa acaba de advertir sobre la "inmoralidad" no del uso bélico de la energía nuclear, sino incluso de la posesión de "armas nucleares". Hablar de paz mientras se siguen fabricando y vendiendo armas es una "hipocresía". 

De cualquier manera que se mire, el "hombre" debe colaborar a estos deseos de paz en el mundo. Este deseo arde, de alguna manera, en el corazón de la Virgen y su amor los hombres, sus hijos, se muestra en la historia de sus cada vez más frecuentes visitas.

Hoy, como ayer, ya casi "no tenemos vino".





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