Remedio para el cambio climático (?): Creced, multiplicaos y trabajar la tierra








¿Qué pasa con la natalidad? Después de miles de años de historia, la experiencia no dicta el camino a seguir en lo referente a concebir el número de hijos necesarios para poblar la tierra en cada uno de sus rincones. No hay hijos suficientes. La pobreza, al contrario de las predicciones catastrofistas del Club de Roma sobre la insuficiencia de recursos para mantener el crecimiento poblacional dado en el último cuarto del siglo pasado, se debe a la falta de manos para producir riqueza en los campos y en las ciudades.

Se han creado sistemas de  enriquecimientos donde sin la creación de productos se logran aumentar la cantidad de dinero, de posesiones. Las transacciones financieras serían un buen ejemplo de esta tendencia. De la noche a la mañana, a veces sin esperar tanto, se produce una variación de la fortuna de algunos sin más, debido a la especulación. 

Se piensa que vivir bien en disponer de una fortuna, pero sin trabajar. De ahí el auge, y el problema creado con la presencia de casinos en cada esquina de as pequeñas y grandes ciudades. El juego, la ludopatía como algunos llaman a ese vicio de enriquecerse mediante las apuestas, ha creado una enfermedad fundada en la avaricia. En un ambiente así, son muchos los trabajos y oficios dejados por los jóvenes porque no se está dispuesto a sujetarse a la disciplina de  un horario y a las exigencias de un aprendizaje costoso. Así las cosas, se dejan sin ocupar aquellos trabajos por el esfuerzo requerido para su realización.

Sobrevivir en una vida cómoda, se instala en las mentes de los jóvenes, muchos de ellos sin la preparación intelectual o artesanal necesaria para ganarse la vida mediante el trabajo. De esta manera se dificulta el casarse y procrear los hijos debidos para el mantenimiento del sistema laboral. Pero en esta encrucijada se hallan también quienes tienen su oficio y estudios porque desean no frenar esa carrera de la vida emprendida donde se ha limitado el  tiempo debido a los demás, en especial la dedicación de recursos para la crianza y educación de la prole.

Es decir, se está incumpliendo por mil razones el mandato imperativo dado desde el principio, creced, multiplicaos y trabajad

La respuesta a este planteamiento nos parece sencilla: la inmigración llena un hueco porque la naturaleza le tiene horror al vacío, como se decía desde la Edad Media. Pero en el fondo estamos hablando de desplazamientos forzados por el hambre, la guerra, la necesidad de abrirse un camino de esperanza en la vida. Estos emigrantes vienen a llenar esos puestos de trabajo para los que no hay demanda.

Entonces, el vacío demográfico se ha creado por la desproporción entre nacimientos y defunciones. Los hijos, parece ser, ya no son bienvenidos. Interfieren en los planes del hombre. Se usa el matrimonio, cuando lo hay, no para procrear sino para otros fines. Las consecuencias se dejan sentir en todos los órdenes de la vida. Un ejemplo: en Francia han fallecido alrededor de 700 sacerdotes durante el pasado año; sólo se han ordenado 20.

El dato es revelador. Pero, si a los científicos preocupados por la salud del "planeta" se les ofrece una solución para quienes lo habitan, debido a la crisis actual de natalidad en casi todo el mundo, recordándoles las primeras palabras del Génesis, "Creced y multiplicaos", las echarán en un saco roto. Pensarán: este mandato es una solución antigua muy sencilla para el problema tan grave de nuestro tiempo, de proporciones nunca antes vistas.

En fin, se ha perdido de vista un elemento esencial del verdadero progreso: la educación en las virtudes. Ese esfuerzo sostenido con una dirección concreta, llamada a paliar el déficit del hombre en su naturaleza para alcanzar el fin del hombre: la felicidad lograda al ir cumpliendo la voluntad del creador, específica para cada uno.

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