El precio de un alma

Aunque se guarde silencio sobre ello, el purgatorio es una realidad candente.



Mañana celebramos el día de los difuntos fieles, después de la solemnidad de "todos los santos". 

Tanto hoy como mañana son fechas especiales. Hoy se rinde culto a esa innumerable pléyade de santos, aunque la Iglesia no los haya reconocido como tales. En primer lugar, es difícil acometer procesos de canonización por todas las dificultades de ese camino por su costo y por los milagros requeridos para aprobar la santidad de vida de los casos estudiados. Segundo, sabemos de personas que ya gozan de la presencia de Dios pero que nunca subirán a los altares. Por ejemplo, los padres de santa Teresa de Ávila. Ella, en uno de sus arrobamientos vio a sus padres en el cielo, pero no por ello la Iglesia los considera en su santoral.

Asimismo, la misma Santa da cuenta en su vida de varios personajes conocidos de ella, y en todos los casos, debido a su intercesión logró sacarlos del purgatorio al cielo, un proceso normal. Sin embargo, a veces se silencia este tránsito por una falsa euforia, y,  al obrar así, se elimina esa extraordinaria ayuda, puesta al alcance de los fieles todavía vivos, en favor de sus seres queridos y difuntos en general.

Y este mes de noviembre es un buen mes, para no dejarlo pasar sin repasar a diario todas esas almas fallecidas en estado de gracia, pero con el pendiente de purificar después de muerto lo no realizado en vida. 

No es pequeña cosa atenuar y librar de los sufrimientos padecidos por las almas en el purgatorio. Son muchos los relatos de "almas buenas", que, sin embargo, padecieron a fondo su purificación. Basta recordar las palabras de la Virgen de Fátima cuando Lucía le preguntó en una de sus apariciones por la suerte de dos conocidas suyas. Una, le respondió la Virgen, está en el cielo; la otra, permanecerá en el purgatorio hasta el fin del mundo.

En fin, vale la pena abocarse este mes (y siempre) a sacar muchas almas del purgatorio. Ellas no se dejarán ganar en generosidad.