Cuando oigan ruido de guerras, todavía no es el fin; pero...

Por todas partes se habla de lo mismo: la situación de muchos de los países del mundo lejos anda de de encontrar el camino de la paz.

Parece difícil encontrar ese camino, a juzgar por los resultados en las familias y en las naciones. Se ha definido la paz como "la tranquilidad en el orden". Entonces, el "desorden" conlleva esa falta de quietud, de serenidad, y, a veces, la presencia de culpa o de angustia.

¿Entonces, en qué consiste el orden? En colocar cada cosa en su lugar. El desorden más común, fácilmente desapercibido en medio de las ocupaciones diarias, consiste en dar a los "medios" la categoría de fin. Esta es la manera más fácil de perderse sin llegar a sitio alguno.

Por ejemplo, el relegar los compromisos o evitarlos en la vida familiar, laboral o social: luego, mañana haré ésto o aquéllo y se deja incumplido el deber de "ahora". Luego nos casaremos; los hijos, para más adelante; el perdón no se pide pues no es para tanto; retrasar el pago de las deudas porque así me conviene; dejar todo para el último momento, etcétera. El joven chef navarro Leandro Gil acaba de ganar una estrella Michelin y daba estas razones para su triunfo: "Hacemos lo que no gusta, lo que nos late y en lo que creemos".

Es difícil evaluar las razones de este chef, especialmente si ellas le han conseguido un buen reconocimiento en su profesión. Sería muy grave pensar, sin embargo,  (como se podría deducir de estas razones de su trabajo culinario, o de cualquier otro trabajo) que en la  improvisación y no en el orden está el quid éxito. Sin duda, este joven tenía una idea muy clara del fin a lograr y a él concurrirían los diferentes ingredientes y los tiempos debidos a cada etapa de la preparación. Todo se debe sujetar a un fin, si bien los caminos para lograrlo varíen. Las maneras de santa Teresa de recogido silencio y las de san Pablo (trotando por mil caminos nuevos), por ejemplo, difieren astronómicamente, pero ambos, en el fondo, al igual que el chef, tenían un profundo amor  por su vocación.

En esto se parece a la vid de Steve Jobs (1955-2011), creador de Apple: amaba lo que hacía, y eso le llevó a no rendirse nunca y a crear, aunque por caminos alejados de los paradigmas tradicionales, fuera de la universidad y trabajando en el garaje de la casa de sus padres adoptivos hasta dar con el invento de Apple.  Siguió, dice, la "voz interior" y los dictados del corazón. Murió pronunciando tres veces un monosílabo de asombro (Oh, wow). Nadie ha sabido qué cosa le causó esa admiración.

Hoy se está abusando, creo, del hacer según le "late" a cada quien. Pero si bien  oyen "ruido de guerras", no "escuchan" la "voz interior" de la conciencia y su significado. Quizá se quiere escapar así del miedo o de la culpa que impiden estar en calma. 





Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra