¿Con la "vocación" se acaba el relativismo?

Detectar lo relevante es la tarea primordial del hombre. De todo hombre, no sólo de los llamados "intelectuales". 

Decimos esto porque hay muchas alternativas...para algunos, pero no todas convienen. Para empezar, la conveniencia no equivale a "lo que me gusta".

Para adentrarnos con fortuna en este camino, conviene dejar claro que "no somos cualquier cosa". Somos lo que nuestro nombre es: una palabra personal sólo conocida por Dios. Ella lo dice todo sobre cada uno, pero no la conocemos. Por eso, el camino de la vida consiste en ir conociendo lo encerrado en esa palabra. Dicho de otra manera, se trata de averiguar cuál es la vocación personal. 

La manera más adecuada quizá es la oración. Consiste en "escuchar", más que en decir. En esa relación se halla la esencia de la vida. Poco a poco --también de repente, como a Pablo, pero no es lo normal-- se va descubriendo el querer divino. Por supuesto, quien nos ha puesto aquí, en la existencia, quiere con locura indicar el camino personal a seguir por cada quien, pues en ello va la felicidad

Pero, hay un "problema" crucial en el diseño del hombre: su libertad. Aunque hay una naturaleza que encauza, sin embargo, ahí no está el camino a seguir, la vocación. Ésta se halla en esa palabra con nuestro nombre. Se podría imponer diciendo, así son las cosas, pero entonces, la libertad se convertiría en un juego. 

Hay que querer saber en qué consiste ese plan para, después, querer seguirlo, a sabiendas de la felicidad encerrada en ese seguimiento. Dios no lo sería si no fuera así, si algo excepcionalmente bueno no se diera en su cumplimiento.

Por tanto, la oración se convierte en una "búsqueda", no de lo que nos gusta sino de lo "conveniente". Nuestra santidad, nuestra felicidad ---se trata de lo mismo--- no se da sin esa oración, no esporádica, sino continua.

En este punto, se acaba el "relativismo". Esta postura, tan acuciante ahora para quienes no tienen fe, es una consecuencia de una sociedad pagana, empeñada en "ser como dioses". De esta manera se vuelve al punto inicial de la conversación entre la promesa seductora, pero falsa, de Eva con la Serpiente.

La oración vuelve a poner al hombre con los pies en la tierra, a la espera de descubrimiento de la vocación, tal como le aconteció a María en la visita del ángel Gabriel.

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