Cisma: ¿Es eso lo que está pasando en la Iglesia?







Soplan ventarrones en la Iglesia, como en la barca de Pedro en Genesaret. Y el Señor dormía en la popa.  ¿Se avecinan tiempos de cisma y herejía? ¿Perdurará la flor de la fe?

En realidad, cisma y herejía suelen cabalgar juntas, como el hambre y las ganas de comer. Si bien la "herejía" se encara directamente con la verdad a causa de la fe, al proseguir por ese camino, termina deslindándose  también de la obediencia debida a quien hace cabeza de la Iglesia. Asimismo, el "cisma" tiende, en primer lugar, a ir contra la caridad  desoyendo las llamadas del Buen Pastor para a volver al redil, aunque, para justificar más su desobediencia, acaba arrastrado por alguna herejía.

Las dos variedades, herejía y cisma, poseen un elemento en común: la falta de humildad, de soberbia, de arrogancia. En el primer caso, la herejía se desentiende de la verdad de una  propuesta de fe. En el caso del cisma, el fiel separa de la persona y le niega la obediencia debida como autoridad eclesiástica aun tratándose de cuestiones de fe o moral. Por ejemplo, es clara la rebelión y separación  de Enrique VIII del Papa en el siglo XVI  para erigirse él mismo como autoridad  sobre la validez de su matrimonio con Ana Bolena, de cuya descendencia, Isabel I, vendrá la línea de la monarquía hasta el día de hoy.

El cisma ha sido el caldo de cultivo de la Iglesia desde su nacimiento. Se pueden  citar más de una veintena  de "cismas graves" desde la iglesia naciente de Corinto hasta las comunidades separadas después del Concilio Vaticano I. Aún resuenan plasmadas en sus cartas las quejas de san Pablo contra las divisiones creadas debido a la acepción de personas y, al obrar así, se hacía letra muerta la fraterna debida:  Yo soy de Pedro, yo de Juan, yo..., y al ensalzar el ego, los primeros cristianos   daban entrada a la "división" respecto a la autoridad en vez de  mirarse en Cristo, como única fuente de fe y de la caridad.

En resumen, el diablo no descansa, y no sabemos si quedará fe sobre la tierra cuando Cristo vuelva, según él mismo nos dejó dicho. Los ataques vendrán siempre por el lado de la unidad, que es la forma de destruir la caridad. Al faltar el amor las partes se separan y con ello los mandamientos pierden su sentido por la ausencia de Dios y alejamiento del próximo, y los mandamientos de la Montaña se arrumban en los recuerdos por su anacronismo.

Entrever el fin ya está dicho: se trata de continuar tejiendo con los demás la línea de sutura mediante el amor, y esperar un juicio con una sola pregunta, la misma pregunta de Jesús a Pedro: ¿Me quieres? 
















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