Los paganos del siglo XXI










Quedarse en los conceptos: una forma de ignorar la realidad.

La realidad del hombre, una búsqueda interminable. En parte, esa búsqueda ha tenido en la historia distracciones sin cuento,  siendo la principal la eliminación de Dios. A partir de ahí, se han desatado todos los errores y horrores padecidos por la humanidad.  El principal de ellos ha sido siempre el instalar en los altares de la ente y el corazón de los hombres,  a la "diosa razón", desde donde se ensalzan  los hallazgos de la ciencia y de la cultura y se han denostado, por inútiles, los caminos tradicionales de la fe. Así se concibe el "progreso" como si fuera algo dependiente sólo de los esfuerzos humanos.

Los "paganos del siglo XXI" no nacieron de repente. Vienen de las semillas de la indiferencia, cultivadas durante siglos. Estas semillas aparecen allí donde se apaga el amor. Y sus formas y ramificaciones no cesan de adaptarse con cualquier excusa al corazón de los hombres, desde el primer hombre sobre la tierra.

Al decidir "ser como Dios", surge el primer brote de indiferencia hacia el "otro". La lozanía del  amor, languidece, y se cierran las puertas de acceso a los demás. 
Al  desaparecer o  desdibujar al "otro", va quedando sólo  lugar para uno mismo. Y así nace el excluyente "amor a sí mismo", contrario al "amor al prójimo".

El "nuevo orden mundial" es algo deseable, pero su solo nombre trae a colación toda suerte de versiones de conspiración alambicada, a partir de la década de los 90. Sin duda, el orden es algo querido, compatible con la libertad. Pero ese orden entonces se convierte en un orden moral,  apoyado en la  "justicia, el amor y la amistad". 

Todas las calamidades de nuestro tiempo tienen en la base un desorden de las conductas humanas, partiendo de la falta de respeto a la vida. Si este respeto falta, no se puede hablar de libertad, menos aun si esta persona ni siquiera puede defenderse, y sin culpa  alguna se destroza en el seno materno. 

Un crimen de esta naturaleza abre la puerta a todas las aberraciones e injusticias de la tierra. El hombre y la mujer, llamados en el matrimonio a ser una "sola carne", sirven como ejemplo de unidad ante ellos mismos y ante el mundo, dando así sentido a la sexualidad porque el gozo de esa unión está abierto a la vida.

Cuando una llamada democracia permite concesiones a la falta de respeto a la vida, sobre todo en su estadio incipiente, se convierte en una falsa democracia porque se viola la justicia, y el amor no puede darse cuando se elimina al "otro". Ya no queda lugar para la entrega.

La "superioridad" de una persona sobre otra, de una cultura sobre las demás, radica en el servicio. El pagano, entonces, es quien ignora la realidad, tal como es. Al esmerarse en servir, se potencia la continuidad de la vida del espíritu, por encima de todo lo demás. 









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